Juventud, ¿divino tesoro?






Mientras hay vida, hay esperanza. Así suele decirse en casi todas las culturas. Es obvio.

La visión opuesta, también parece ser cierta: Si la vida se va extinguiendo, la esperanza se agota.

Así está ocurriendo en muchos de los países "desarrollados". La idea de controlar la natalidad para "mejorar" la vida de los países pobres, tuvo su mejor acogida en los países ricos. Es decir, el sentido común no va necesariamente unido a la carencia de recursos.

Para empezar, en los países ricos no se quieren casar, o le buscan la vuelta por mil razones. Si se casan, el riesgo de divorcio es alto, como se ve al analizar las tasas de fracaso matrimonial: en Bélgica, 70%; en Estados Unidos, 53%; en España, 61%; y en la Cuba tan ansiosamente buscada por  su presidente, Pedro Sánchez, 56%.

Hay quienes aducen las bajas tasas de natalidad debido a la falta de "modernidad", y así los jóvenes dejan el país, según mantiene en España la comisionada  frente al Reto Demográfico (un departamento dependiente de Política Territorial), Isaura Leal, junto con  la discriminación a los "homosexuales", quien admite como algo insostenible el continuar con las tasas demográficas actuales.

Nosotros hemos creído lo contrario: es precisamente el crecimiento de la homosexualidad una causa clara del descenso de la natalidad. Asimismo, el aumento de la edad de quienes deciden contraer matrimonio, reduce la esperanza de los nacimientos; y el uso de los anticonceptivos desde la juventud, aumenta las probabilidades de posteriores complicaciones de la salud reproductiva de las mujeres.

Es cosa sabida la gravedad de las tasas natales en España (1.3% de los 2 necesarios para el re))emplazo de la población), una de las más bajas del mundo ya repercute además en los fondos de pensión necesarios para un segmento de la población en continuo crecimiento. Se podrán prolongar los años de vida, pero esa vida se habrá de vivir en medio de las penurias de la soledad y de la insuficiencia, sin esperanza alguna.

Ello habla del desencanto con la situación actual. Se evita el compromiso de cualquier tipo. Los hijos, la natalidad, vienen de los matrimonios concebidos para toda la vida, pues ese es su fin. Pretender resolver el problema de la natalidad por otros medios, achacando la falta de nacimientos a la "desigualdad", es subirse a la carreta del marxista francés Piketty, hoy tan de moda, sin tener idea del tema. 

No se le ocurre a la tal señora Leal, dotar de empleo a esos jóvenes para evitar su héjira a otras tierras, dejando vacíos pueblos enteros y, arruinando, sigilosamente, a España.

Quizá no se han enterado todavía de la razón primordial para la creación del hombre: trabajar. Pero si ustedes no facilitan la creación de empleo.... ¡Pobre juventud, divino tesoro!: causa del "y a veces lloro sin querer", en la poesía de Rubén Darío.






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