Y de la muerte ¿qué? Silencio casi absoluto







Resulta interesante constatar el silencio "casi" absoluto en torno de la muerte, mientras los asaltos contra la vida no cesan de publicarse. Los listos parecen mirar a la muerte de "reojo", quizá por miedo.

Es como si con la muerte se acabara todo, y entonces se lamenta la desaparición de un ser anónimo la mayoría de las veces, o la de un ser conocido a quien un espontáneo se lanza al ruedo para escribir un obituario donde, con frecuencia, se le echan algunos "capotazos" y "manoletinas",  para salir del paso y se habla de muchas cosas excepto de su familia, como si el tal fallecido hubiera venido al mundo  por generación espontánea.

El culto a los muertos ha sido motivo de discusiones teológicas, por ejemplo,  entre dominicos y jesuitas, aquéllos defendiendo su culto amparados en la virtud de la piedad; éstos, suprimiendo toda mención a los ya idos. Por supuesto, ha prevalecido la costumbre de honrar a quienes nos precedieron, pues sin ellos no estaríamos aquí. Sin embargo,  uno se muere solo, aunque sean mil quienes  acompañen en ese momento al cadáver.

Pero no todo muere en el ser humano. El hombre muere, pero su alma "espera" el paso de volver a reunirse con su otra "parte" inmaterial, espiritual, por donde se cuela la inmortalidad. Esta condición se detecta porque el hombre realiza actos en su vida sin el concurso de la materia, como puede ser el entender, la posesión de objetos "universales". No poseemos intelectualmente una silla, algo singular, sino cualquier silla, la idea de silla.

Incluso se puede llegar a pensar "lo que no es", como decía Tomás de Aquino a los "gentiles". Sólo si en el hombre hay algo "intemporal" se puede pensar lo que ni siquiera existe. 

El hecho del silencio ante la muerte, quizá se nutre de vivir sin libertad. El "miedo" a explorar la realidad completa, "toda",  tal como es, sin componendas, no permite ejercer la libertad, por una razón bien simple: el encuentro con Dios. ¿Y si Dios está ahí al final? Él sería entonces el bien auténtico, un ser "personal", lo verdaderamente querido  por el hombre libre, pues resultaría un sin sentido no hacerlo, dada lo efímero de las cosas. ¿A dónde voy a encaminar mi libertad si todo se acaba?


Por tanto, es en vida cuando uno se determina al amor, cuando todavía hay tiempo


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