¿Es sólo Dios la realidad plena? Sólo Dios es la realidad



















Cuando asistimos en el Génesis a la creación, vemos a una pluralidad de personas, entretenidas en darle forma al caos. En el pináculo de ese proceso, surgen claramente las personas al decidir con un hagamos las hechuras del hombre: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". 

Con antelación a la realidad humana, desfilan en la lectura  toda una serie de apariciones, a la voz de "hágase":  cielos, tierra, astros, agua, peces y animales y plantas. Son realidades de distinto orden, pero formando parte de un todo "querido", no fruto del "azar".  

La "realidad primera" de las personas creadoras es muy distinta de la segunda realidad, creada, como lo serán esas otras realidades hechas por el hombre, el conjunto de las cosas. También sabemos de la presencia de otra realidad intermedia, espiritual solamente, conocida como ángeles. 

La diferencia entre la realidad primera y las demás no es una cuestión de "grado". Es de "nivel": infinita. Asimismo, la distancia entre el hombre y las demás creaturas es también de "nivel", pero finita. De esta visión, algunos han sugerido,  para explicarla, la teoría de la "evolución radical" entre la materia y el hombre. Es cuestión de "tiempo", dicen. Así como Arquímedes pedía un punto de apoyo firme y una palanca para ser capaz de levantar el mundo, los evolucionistas absolutos piden suficiente "tiempo" para mostrar la continuidad entre las especies y el ser humano. Puede darse una continuidad en la constitución de la materia y las especies, una "evolución mitigada", hasta toparse con el factor "espiritual", imposible de generarse donde no lo haya habido previamente, por mucho tiempo que discurra.

Por eso el "aborto" en cualquier momento de la gestación destroza la vida de un ser humano, dotado de materia y espíritu desde la concepción. La naturaleza no da saltos imposibles, desde lo material a lo espiritual. Como vemos de nuevo en las primeras páginas del Génesis, el "ser primero" sopla en la materia "el aliento de vida", una parte de sí mismo, "espiritual". 

Es así como nos vamos encontrando en las creaturas la presencia de saltos "cualitativos"; si bien el de la "primera realidad" (la llamamos Dios) a las demás es infinito, no por ello en las discontinuidades observadas en la naturaleza dejamos de notar la impronta de las semillas divinas de diversas maneras.

Hay, sin embargo, como nos revelan escenas de la vida de muchos santos, maneras de dar esos "saltos", sin saber cómo, a partir del querer de esa "persona primera". El intelectual Manuel García Morente, decano en 1933 de Filosofía y Letras en Madrid cuenta cómo, durante su exilio en Francia, en la madrugada de finales de abril de 1937, el "hecho extraordinario" de la presencia de Jesús en su habitación de París y su conversión, una "percepción sin sensaciones": "Allí estaba Él. Yo no lo veía...pero Él estaba allí". Difícil de entender, incluso para la psicología de lo sobrenatural, pero este profesor encontró en la  Vida de santa Teresa un relato similar: "...con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, más parecíame estaba junto cabe mi Cristo y veía ser Él" (Cap. XXVII).

Es decir, aun en el "salto" infinito entre la "persona divina" y la "humana" hay comunicación, ininterrumpida, aunque no siempre veamos "intelectualmente a Dios".

Entonces, hay una realidad  absoluta, primera, y las demás realidades lo son por "participación" en aquélla de donde proviene la nuestra. Y deberíamos esforzarnos en estar siempre en contacto con aquella realidad con el fin de llevar la nuestra a su perfección, pues solos, es obvio (si bien se nos olvida) "nada podemos hacer".






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