¿Qué se puede entonces encontrar en una mecha que aún humea?
















Todos hemos visto las espirales de humo cuando se apaga una vela, especialmente si su tamaño se parece a las de Pascua. 

Fascinan las volutas de humo elevándose a las alturas, mientras la mecha, con todavía unos pocos puntos enrojecidos, chisporrotea a modo de gemidos en su despedida. Pero aún está ahí ese eco.

¿Qué significa entonces  dejar en paz esa mecha todavía humeante? Porque todavía anida la esperanza en ese irse acabando al parecer sin remedio. El "desaliento" ante la dificultad sin fin, es una trampa puesta en nuestro camino al considerar la dimensión del tiempo, aparentemente sin fin, especialmente cuando se pasa por una situación penosa, donde el dolor acogota el ánimo. Pero sólo se puede sufrir en ese presente continuo, sin proyectarlo al ayer ni considerar el futuro: sólo un instante

El otro espectro en el camino aparece con la "inquietud", al considerar la falta del espacio siempre como insuficiente. Los demonios vagan por los caminos "sin reposo" por no encontrar un mínimo de tranquilidad en su vida, y piden ir a ocupar el sitio dentro de unos "cerdos", hozando a las orillas del lago de Genezaret, para enseguida precipitarlos en sus aguas. En es afán de querer salirse del sitio donde le corresponde a su vocación.

En efecto, el hombre está circunscrito por naturaleza a las variables de espacio y tiempo. Rebelarse contra ellas, es renunciar a su condición creada específicamente para él. No en vano, le dice el Señor a santa Faustina Kowolska sobre cuáles son los mayores pecados del hombre: el desaliento y la inquietud

Entonces, la "mecha humeante", a punto de extinguirse, es el aún no, dichos simultáneamente al "desaliento y a la inquietud". Y nos recuerda el llanto de una esposa delante del santo Cura de Ars, por el suicidio de su marido al arrojarse de un puente cercano. El Cura de Ars, le dijo: Entre el espacio entre el pretil del puente y las aguas del río hay  una distancia, suficiente, con tiempo suficiente como para arrepentirse.

En la vida sabemos que sólo el amor se puede colar entre el espacio de una rendija insignificante. Y también, que no importa la duración del tiempo, el amor nunca se acaba.

 No se acaba aun cuando la mecha ya humee. El amor cuida de vencer en las batallas, tan extendidas hoy, de no tener tiempo, para ocupar ese lugar, ese espacio correspondiente a nuestra vocación, a nuestra tarea, sin salirse de nuestro sitio.


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