Tener "algo" que expresar para tener libertad de expresión




Claude Monet, El lector, 1874, de Pierre-Auguste Renoir.








Para proferir un sonido, más o menos articulado, se requiere tener algo que expresar.

El problema actual viene dado por la avalancha de cosas dichas, no por el silencio. Es decir, lo dicho no florece a la luz de la realidad, origen de la palabra concebida en silencio. Por el contrario, nace del ruido de los pensamientos propios, sin tiempo de contrastarlos con lo real.

Lo emanado de elucubraciones vanas, sin fundamento in re, alimenta el ruido y alebestra a los defensores de la libertad de expresión sin límites. Ante la falta de criterio a la hora de definir la libertad de expresión, acaban citando a algún dicharachero quien no diferencia el faltarle el respeto al rey o a perico el de los palotes.

Todos tienen derecho a decir (?) lo que quieran. Si se coarta ese decir siquiera un mínimo, se cae (dicen) todo el armatoste de la libertad.

A base de proferir absurdos se quiere construir una ética del lenguaje basada en los pareceres de cada quien, sin fundamento en lo real de las cosas.

Pero hoy tenemos tiempo para todo, menos para la búsqueda de la verdad. No tiene caso soltar dichos a borbotones, cuando no sabemos a qué se refieren, más allá de los pensamientos, originados en el pensar sin pensar la ocurrencia en turno.

Como lo guardado en el entendimiento no es algo material (imposible cobijar en nosotros un elefante, por ejemplo), se debe guardar la imagen de lo real en nuestra imaginación, y haciendo abstracción de lo material, se forma un concepto en nuestro entendimiento con la potestad de poder referirse a todos los objetos de esa clase. El concepto avestruz se refiere a todos las avestruces del mundo, habidas y por haber.

El problema resulta cuando no se ha visto nunca un avestruz. La palabra interior, nacida en el silencio al contemplar la luz surgida del entendimiento y de la imaginación, resulta inadecuada a la hora de comprender la visión del avestruz. Vemos cómo el diccionario más completo no puede lograr esa visión del avestruz necesaria al hombre para captar lo real: "Ave del orden de las Estrucioniformes, su única especie actual. En anteriores  clasificaciones zoológicas se incluía entre las llamadas corredoras". Etcétera.... Y continúa así la definición de avestruz.

A partir de esta descripción no se puede crear una imagen o un concepto y así tener algo que expresar. Se precisa de la realidad para poder incorporar su visión intelectual e imaginativa en una palabra.

La palabra siempre se refiere a la cosa significada, y no a la idea de la cosa, como tantos se han empeñado en la historia de la filosofía y de la lingüística. Dejarse llevar por las ideas es un camino para llegar a muchas partes, excepto a la realidad.

Por tanto, quienes defienden la "libertad de expresión" sin cortapisas, deberían adoptar el criterio de realidad, a la hora de evaluar sus juicios; de lo contrario, sólo se genera ruido innecesario y "voces" entendidas por nadie.

Se precisa, hoy más que nunca,  de palabras. Y estas palabras nacen del silencio que contempla la realidad. Se habla de "avestruces" sin nunca haber visto uno.


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