El mundo es incomprensible..., gracias a Dios


En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: "Haya luz",  y hubo luz (Gen 1-3).





El mundo es incomprensible. Por eso podemos vivir alegres.

Cuando el buen san Agustín, un escritor cuya obra completa nadie sido capaz de leer debido a lo basto, paseaba por la playa concentrado su pensamiento en dilucidar el misterio de la Trinidad, le distrajo de su ensimismamiento el ir y venir de un niño correteando por la arena con un pequeño recipiente cuya oquedad llenaba en la orilla del mar para vaciarla luego en un lugar de la playa. 

Tal era la dedicación del niño a su tarea de ir y venir, que Agustín interrumpió sus cábalas y le preguntó: ¿Que estás haciendo? El niño le miro y dijo: Quiero sacar toda el agua de este mar y ponerla aquí. Pero, respondió el santo: Eso es imposible. El niño clavó en él su mirada y le sorprendió con su respuesta: Es más fácil conseguir esto que comprender lo llevado en tus pensamientos. Y el niño desapareció. 

Con esta anécdota sobre la vida de Agustín se nos revela la presencia de lo incomprensible en la vida del hombre. El Dios sin límites no cabe en la estructura racional y lógica de los humanos. Pero no porque se trate de algo irracional o ilógico. Por el contrario. Viene a decirnos lo anunciado por el ángel a María: "Para Dios no hay imposibles", y "En el principio era el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios", como nos cuenta Juan al comienzo de su evangelio.

La luz obtenida desde la fe, al creer lo manifestado por Dios, da a entender la valía de lo creído. Sin rayar en el absurdo, pone a nuestro alcance la grandeza de un ser-amor...sin medida. Nos llegan los destellos de esa realidad con la suficiente fuerza como para cautivar  la voluntad, el corazón, aunque la inteligencia no entienda.

El pecado del hombre fue aceptar la "niñería", propuesta diabólica, de hacerse como Dios. Ese "tentador" sigue usando hoy las mismas tretas: "Serás como Dios". Sin embargo, el verdadero reto del cristiano es hacerse verdaderamente hombre, aceptando sus límites y aceptando también la inmensidad divina, siempre dispuesta a volcarse en el hombre por amor. Sólo el amor nos hace verdaderamente hombres, hechos a imagen y semejanza divina. La tentación de Satanás consistía en quitar la semilla del amor del corazón del hombre. Al perder el amor, desaparece la semejanza con el creador.

La incomprensibilidad es la manifestación de Dios. San Pablo, después de su arrebato al tercer cielo, sólo puede decirnos de la incapacidad del "ojo" y del "oído" para decir de lo visto y oído. La realidad estaba ahí, aunque inaccesible a la representación intelectual del hombre. Tal era la grandeza de esa experiencia mística, tan recurrente en quienes han saboreado tales visiones. 

Pero, ¿cómo puede ser compatible lo incompresible con la realidad de su existencia? Sin embargo, el infortunio consistiría en  tener un concepto de Dios completamente comprensible, sujeto en todo a los límites de la razón humana. La realidad de Dios hecho hombre no se entiende, se acepta.

En todo esto se advierte la continua presencia de una realidad no entendida, debido a las limitaciones personales. La realidad está ahí, pero nos rebasa. Esto no significa en absoluto el enfrentarse a lo irreal. Que el Dios de la vida, muera.

Mientras, el Dios de la razón creadora se puede inferir, por un lado,  a través de las cosas creadas, hasta cierto punto; pero, además,  el Dios de la fe nos habla de esas realidades inaccesibles, y, cuando el hombre asiente, tienen sentido

Lo incomprensible de las cosas de Dios, entonces, nos habla de su grandeza, y no deja de causarnos gran alegría por ser una prueba de su existencia.



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