La música del silencio

La música, domo tantas otras manifestaciones de la vida, descansa en el silencio.

No se puede escuchar la música sin la compañía del silencio. Muchas de las presentaciones de nuestro tiempo, carecen de este requisito. Por el contrario, estos conciertos desconcertantes se dan en ambientes ruidosos, donde se anima incluso a los asistentes a saltar y vociferar mientras quien lleva la batuta del espectáculo se desgañita y brinca de uno a otro lado, incitando a la concurrencia a hacer otro tanto. Esta música electrónica ha  superado, eliminándolos, todos los instrumentos de la orquesta y desfigurando la voz misma de quienes cantan.

Es un círculo vicioso. La propuesta de los intérpretes de disemina a grandes distancias por medio de amplificadores, y la audiencia le devuelve agradecida con gritos y espasmos sus ruidosos regalos. Nadie piensa en esas circunstancias. La reflexión tan necesaria y propia del hombre se extingue.

El alcohol y, a veces, otras drogas forman parte de la ingesta durante este tipo de conciertos (Por supuesto, hay quienes no no lo hacen, pero hoy, hasta la saciedad, se deben matizar las palabras para no caer en la controversia con personas delicadas de sensibilidad).

Se puede comparar este espectáculo con la música. Por música entendemos ese recital donde, por lo general (siempre hay exquisitas excepciones) el alma se recrea en silencio con la asistencia de la inteligencia, serena, a donde concurren también los sentimientos y las pasiones. Al hallarse presente el hombre entero, se puede escuchar y, por tanto, reflexionar. La voluntad se adhiere a los juicios cuando se dan en este piélago de armonía.

Escuchar este tipo de  música engrandece al hombre porque se crea un ambiente de serenidad donde la reflexión es posible porque se llega al espíritu, tantas veces bloqueado por la actividad sin medida o por la desidia en las tareas ordinarias. "Sólo una cosa es necesaria" y consiste en la paz, esa tranquilidad en el orden aunque se llene el día de contrariedades. La "inquietud" mostrada por Marta en el pasaje evangélico en la casa de Lázaro, deja al descubierto la faceta de saber estar con Jesús. Y esto es posible aun en medio del trasiego. A Marta le faltaba una pizca más, y rectificar la intención en medio de sus tareas.

De esta manera cesa el ruido y el corazón se incorpora a la tarea para ofrecerla toda al señor de la vida. Aparece entonces la música armónica donde luce el ser en su totalidad al servicio de los demás, con independencia del quedar bien, del acabar la tarea como nos hubiera gustado. Todos esos deseos por ser buenos están bien, pero es en la presencia de la música de la vida interior donde se escucha esa nota última: la de lo "único necesario"  en medio del "silencio" en donde se concitan todas las notas del pentagrama del espíritu.

Es la "música del silencio", tal como se llama la película sobre la vida de Andrea Bocelli, donde la carencia visual le abre las puertas de la sensibilidad a una voz conectada con todos los registros del alma, como la sordera de Beethoven le abrió su genio a todas las  formas de sus sinfonías. Al mismo Tomás de Aquino le sucede al contemplar en su silencio interior la música de la creación , se quedó en silencio, sin proferir palabra alguna. Así se cierra el círculo virtuoso: tanto el silencio nos lleva a la música, como la armonía al silencio.

Sólo los profesionales del silencio saben convertirlo, dándole forma, en verdadera música. Y en el mundo de hoy, nos sobra ruido y carecemos de ese silencio creativo para la ciencias, las artes y la música.













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