El remedio de la soledad del hombre: estar con Dios


Son muchas las preguntas surgidas a raíz del artículo escrito  ayer.  

Una de ellas, muy
fácil de responder, se relaciona con el problema de la soledad. Cómo resolver esa soledad cuando se adentra en nuestra vida.

El problema está adquiriendo dimensiones internacionales. En el Reino Unido se quiere abordar este mal por ley. La primer ministra May, ha creado un ministerio encargado de la Soledad, encabezado por la diputada Tracey Crouch. 

La vocación individualista del Reino Unido se manifiesta se mil maneras, siendo el Brexit la más reciente de ellas. Separarse de los demás, esa es la plaga. Alguna de estas formas de separación comienzan en la juventud y bajo una falsa idea de libertad se evita el compromiso vivir juntos hasta la muerte: conviven, pero no se casan. Luego, se disminuyen las tasas de natalidad, muy por debajo de los 2.1 hijos por familia, impidiendo así el "reemplazo" poblacional. Este estilo de vida precipita el divorcio, y las personas llegan al final de sus días en soledad, y los expertos alertan sobre la incidencia de muerte prematura en estos grupos de solitarios de un 26%.

Lo más trágico de estas estadísticas tienen su origen el el egoísmo, fomentado en los sistemas de educación familiar y en las escuelas. Pero tiene consecuencias sociales de importancia, tal como vemos en el caso del Reino Unido, empujados a crear un ministerio encargado de este apartado.

Pero, debemos ir a las causas de este problema. 

En el esquema del splendid isolation, tan celebrado en la Inglaterra del siglo XIX y parte del XX, se vivió las ventajas del aislamiento del ser isla, de no ser molestado por nadie, pero también las desventajas de no tener a nadie de quien aprovecharse o servirse, ambas consecuencias naturales de una relación centrada fundamentalmente en las ventajas económicas y de seguridad.

Pero, como en los matrimonios de conveniencia, la separación tiene un costo. Mantener una relación matrimonial como Dios manda cuesta, pero no tiene un costo porque en una relación de amor, la entrega es recíproca y no se lleva una contabilidad de entradas y salidas. Sólo se experimenta la realidad en sí, sin fijarse en el aledaño de los "costes", de disfrutar más cuanto más se entrega. Es decir, la tan buscada y esencial felicidad depende de la entrega, una noción contraria a los presupuestos del splendid isolation

Hay, empero, una consecuencia más grave: se extingue la herencia de los hijos, verdadero patrimonio de una unión. Entonces, la pobreza (en todos los sentidos) aparece en escena. Si bien no hay nadie que perturbe, tampoco hay nadie a quien querer. Y junto con la falta de amor, se engendra el peor de los males: la soledad, preludio infernal. 

Por eso en Dios, bien máximo, nunca se puede dar tal soledad, acompañado como está siempre, de amor de tres personas. Y, para el hombre,  la manera de eludir la soledad, es buscar siempre, en todo momento, la unión con Dios. Él siempre espera, porque quiere la compañía del hombre, pues sabe que "no es bueno que esté solo".








Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra