¿Quiere impunidad? Dése de alta en un "colectivo"

Por definición, un "colectivo" es un nombre genérico donde se diluyen las personalidades y, por tanto, la responsabilidad. Cada día más abundantes.

"Dar la cara" solía ser una expresión, ya registrada en El Quijote. Luchar en solitario por una causa justa, en defensa de los débiles, o en encarar los molinos de viento, ha dejado de algo en boga para determinar con la presencia de una postura personal la defensa de una causa noble.

El anonimato de las formaciones de nominadas "colectivo" permite el ataque, el insulto, la vejación, el vandalismo y la destrucción ocasionada por individuos, con frecuencia enmascarados, a las personas y propiedad ajena motivados por el desacuerdo o el descontento.

Ni modo. El grupo ha decidido ir en contra de tal y tal asunto por medio de una acción pública, pero "sin dar la cara". La mentira y el engaño se justifican debido a la importancia de su causa. Y ahí se han ido sumando fuerzas  al estilo green peace en su doble vertiente  piratas de alta mar y de tierra firme.

Este nuevo estilo, generalmente destructivo, consiste en aceptar sin remilgos la propuesta el fin justifica los medios. Quiero salvar una ballena  y, por tanto, puedo incomodar y emplear la violencia contra los pescadores.

Envalentonados debido a la falta de criterio y  (muchas veces) de agallas de quienes deberían mantener el orden de acuerdo a su empleo, estos colectivos se crecen y regocijan cuando sus fechorías ocupan las páginas principales de los medios. Entrar engañosamente a la boda de una princesa nórdica con el fin de airear una protesta, por ejemplo, se justifica por el fin perseguido.

Para estos colectivos, la moral es un árbol que da moras. Punto. Una especie de "pequeño nicolás" español, pero en bruto y sin patrañas. Las autoridades encargadas miran hacia otro lado y se violan, como en Barcelona, Mallorca y Valencia los más elementales principios de orden y convivencia. Orden, porque las legislaciones al vapor permiten la presencia de contratos y alquileres fuera de la legislación vigente; convivencia, porque el derecho a vivir en paz, siempre y especialmente en estos meses de vacaciones, es un principio elemental del respeto mutuo.

Pero el "colectivo" enajena las decisiones. No hay un responsable. Se trata de esa creciente plaga fomentada como el creciente fenómeno de los indignados, surgido en Francia a la sombra del libro ¡Indignaos! del pensador Stephane Hessel de 93 años, y que, bajo diferentes denominaciones, se ha diseminado por el mundo.

No está mal el reclamo de derechos fundamentales, cuando sea el caso, pero se debe apuntar la manera práctica de crear la riqueza necesaria, los empleos suficientes para que cada familia pueda llevar una vida digna, teniendo los hijos deseados, con sistemas de educación abiertos a los valores y creencias de cada quien, con leyes basadas en principios morales (es decir, aquellos que vividos ayudan al hombre a alcanzar su fin).

Los colectivos son entes de razón, inventos,  donde la persona acaba desapareciendo. 














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