¿Nacionalismos en el siglo XXI?: Cataluña vs. España


El hombre es una creatura divina, con independencia de si se eligió o no un precursor animal  para  iniciar el proceso. Sólo así tiene sentido la ironía de Perich.



La herencia frente al proyecto. That's the question.

La llamada "cuestión catalana" por un observador atento pero alejado, y, por otro, más encerrado en los dimes y diretes del debate,  una "cuestión española", una de muchas,  va para largo. Porque ni Cataluña se puede reducir a una cuestión, ni España tampoco se limita a considerar a Cataluña como el único de los muchos problemas encerrados en la "piel de toro" (aunque en Cataluña se hayan suprimido las corridas).

La fuerza objetiva del "catalanismo" de  algunos, catalanes o no, se asienta en considerar el lugar  donde se ha nacido o donde se reside, la lengua hablada en ese territorio, las costumbres y el cariño aquilatado durante años a esa realidad llamada Cataluña, si bien no  sentida con la misma intensidad en cada una de sus cuatro provincias.

Pero existe, además, la fuerza subjetiva de quienes, sin renunciar a lo anterior, tienen en sus pensamientos, conversaciones y acciones la necesidad de realizar un proyecto, y tildan de "charnegos" a quienes no se quieren sumar a él, hayan nacido o no en Cataluña.

La diferencia entre ambas posturas no pasa tanto por los sentimientos como por la legalidad. Los aspectos legales se han ido conformando por la historia hasta llegar al punto objetivo en donde se está en la actualidad. Sin embargo, el derecho a decidir aquí y ahora, excluyendo, pasa por dos situaciones: se ignora   a quienes a quienes discrepan del proyecto, por un lado,  y se ignora también  el  sistema legal vigente. Ambos, interfieren en el logro del camino nuevo para el proyecto.

Entonces, se concibe el "insertar" el proyecto en la vida catalana, como un nuevo derecho. Es un poco un resabio del "prohibido prohibir" cantado en las calles de París en 1968 o, si se quiere ir más lejos, de las diatribas europeas del siglo XIX  encaminadas a  constituir naciones estado a partir de "dietas", "reinos" y "principados" vigentes del sistema medieval. Un "liberalismo" sin respeto por la libertad de los demás. Salirse, en definitiva, con la suya.

Para estos librepensadores, la falta de vínculos es sinónimo de libertad, sin importar los quebrantos impuestos a quienes encarnan el punto de vista objetivo emanado de la tradición, la cultura, y los procedimientos aprobados para dirimir las disputas legales y los cambios. Cuando la Generalitat, por ejemplo, aseguró ayer que "no acatará" la prohibición legal de celebrar el "referéndum" para aprobar la "independencia" del resto de España, se está violentando todo el sistema de leyes vigente.

En definitiva, se ponen los bueyes detrás de la carreta; el proyecto por delante de las personas. Dadas las cosas así, cuando una decisión está tomada, resulta muy difícil establecer un diálogo entre las partes. Y lejos de constituir, surgen divisiones por todas partes.

La libertad surge de la verdad. La libertad va en su busca, sin descuidar el bien de las personas. Entonces,  en éstas, todas cuestiones opinables, se deben alejar las partes de la intolerancia, y partir de los puntos donde se respete más y mejor, la dignidad de las personas.







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