La paz es un don, ¿en verano?

Se ha definido la paz como "la tranquilidad en el orden".

Y al llegar las vacaciones veraniegas, millones de personas se desplazan a lugares cada vez más conocidos, pero no encuentran paz. Encuentran por el contrario un gentío amenazante en medio de un sofocante calor, tanto en la playa como en las ciudades.

Se ha llegado al extremo de criticar la presencia de turistas en las ciudades y playas. Venecia, Roma, Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca.. son algunos de los focos de alerta encendidos por unos cuantos protestantes.

Los paseantes, no encuentran la tranquilidad buscada. Miles de jóvenes alocados quebrantan el orden debido en la vía pública, hasta altas horas de la madrugada, hasta el amanecer, un día y otro, una y otra noche.

Discurrir por las estrechas calles de Venecia en estos días, en medio de una turba de fotógrafos disparando sin saber qué es lo captado con su teléfono portátil, sin interrupción, resulta, por lo menos, patético. Lo mismo en las colas para entrar al Vaticano: gentes de todas partes, sin fe, sin respeto por la historia de un lugar sagrado, se mueven en masa por las logias de san Pedro, caminando con las cabezas en alto y tropezándose por doquier, hasta toparse con la presencia de un ujier impidiéndoles dar un paso más porque allí se está celebrando algo, una Misa, por ejemplo. Las cafeterías ocupan las aceras y la calzada y tratan de servir "pasta" a quienes tienen la suerte de encontrar un silla vacía. Barcelona concentra al mundo entero en las Ramblas y en los aledaños del puerto, mientras la Colau, alcaldesa, guarda silencio ante las protestas de los ciudadanos porque "exageran" por nada. Madrid arde en los alrededores de la Puerta del Sol, esperando la brisa del atardecer cuando los "moros" despliegan sus mantas en plena calle para airear su productos delante de las narices de la policía y, la ciudad, con permiso de la alcaldesa Carmena, se hace letrina y  basurero eterno. Palma y los pueblitos cercanos no descansan nunca porque nacionales y extranjeros toman la noche y la calle para deambular ebrios sin respeto a nadie, mientras en los hoteles, sus compañeros "balconean", saltando como simios de las terrazas a las piscinas. De las playas basta ver el abigarramiento sin un hueco para respirar, según las imágenes que se envían..

Así, "no hay quien viva". Pero hemos hemos definido al paz, siguiendo al obispo de Hipona, como la tranquilidad en el orden. En el silencio del abismo sideral, imposible de medir o contar, habita su "hacedor" llenándolo todo, sin ocupar ningún punto específico, y en medio de tantas idas y venidas de planetas y soles, de estrellas y de cometas, reina un silencio absoluto, porque cada cosa sigue su camino, en continuo movimiento, a veces entre restos de nuestra basura circulando la Tierra.

La "dignidad del hombre" y del mundo se ha ido perdiendo porque el interés por la "búsqueda de la verdad" se ha cambiado por algo "más útil", y ha desaparecido de nuestro horizonte la imagen de Dios porque ya no se le quiere dar culto.




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