La crisis de la universidad es la crisis de la sociedad


El logo de esta universidad muestra elementos esenciales de esta actividad: luz, verdad, virtud.








Hay una cita de Guardini para iluminar el estado de la universidad contemporánea: "Si la universidad tiene un sentido espiritual, éste es el lugar donde se pregunta por la verdad, por la pura verdad; no en miras a una meta, sino por ella misma, porque es la verdad".

Es decir, cuando la verdad deja de importar en el fin de la universidad, equivale a apagar la luz: todo se queda a obscuras. No se puede distinguir el perfil de las cosas, ni las cosas mismas. Al caminar, se tropieza el hombre sin saber con qué. Resulta difícil entonces enderezar los pasos. El fin se desdibuja o desaparece. El sentido de la vida, dado este estado de cosas, resulta del entretenimiento.

El entretenimiento, de hecho, no aporta nada en específico a la vida, pero ayuda a distraerse, a evadir la pesantez del tiempo. Si se pudiera lograr un procedimiento para la evasión, sería formidable. Las drogas, el alcohol, ayudan a disipar la vaciedad del dolce far niente, como si e hombre tuviera la imperiosa necesidad del ser. Encontrar algo.

Pero reina la obscuridad cuando se apaga la luz de la verdad. En la  universidad ya no tiene sentido sentido la "búsqueda", pues el ser se escabulle, debido a la negligencia de los impartidores de clases, sin nada que investigar. Ocurre algo similar en el matrimonio cuando se olvidan sus fines: la procreación, el amor mutuo: se espera la aparición de la vida en los demás matrimonios; no pasa nada cuando en mi matrimonio la aparición de la vida se dé cuando esas otras cosas importantes en mi desempeño profesional, social, dejen de ocupar el primer plano.

La vida pensada así, se extingue. Nadie es necesario, por una parte, nadie se quiere hacer responsable de esa vida única que sólo aparecerá, quizás, con mi contribución personal. El ser deja de ser importante, porque hay otras cosas más importantes. Y cuando el ser se apaga, aparece el sin sentido: la nada.

Ahora la mujer ya puede ser por fin libre, sin las ataduras de una vida de por medio en el tiempo de juventud. La sociedad entonces ya no se orienta a la verdad, sino al éxito: algo así como un Neymar vendido como mercancía por más de 200 millones de euros.

Entonces, la universidad se engolfa el las redes de la "creación" tecnológica.  Y del entretenimiento. Producir para "distraer", para "evadir" lo real. Se dedican el tiempo  a alimentar  las herencias de los padres de la tecnología, los Steve Jobs, Gates, Zuckerberg y un largo etcétera, que, como anillos de una descomunal serpiente van asfixiando la posibilidad de "búsqueda" de la verdad de las cosas, porque es un quehacer "relativo" (¡en parte es verdad!), y para tales tareas siempre se puede crear un algoritmo (Zuckerberg).

Los líos, los jaleos sociales, tantas veces sin sentido, tienen su origen en ese desligar el quehacer intelectual de la "búsqueda" porfiada de la verdad, sin la que la sociedad no puede ni respirar n encontrar su camino.

En otras palabras, cuando la luz de la verdad en la universidad se apaga, la sociedad se queda a obscuras.


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