Se vive más cuando se lee...algo que vale la pena

Todos los cuentos de nuestra niñez acababan felizmente. Y, como es natural, pedíamos la narración de otro y otro. Queríamos que el tiempo no se acabara nunca para seguir escuchando las historietas de cenicientas, caperucitas y pulgarcitos.

El escuchar estos cuentos, que comenzaban siempre con el "érase una vez" y terminaban con el "tuvieron muchos hijos y vivieron muy felices", daba deseos de seguir viviendo para disfrutar de nuevo de esas historias inverosímiles, capaces de captar toda nuestra atención, aunque las hubiéramos escuchado mil veces.

El secreto es el contenido de la narración, del cuento. Ahora nos dicen, como siempre, "de un estudio" (si desean abundar en  seriedad le añaden el calificativo de "científico") ha comprobado que quienes leen viven más, una tesis reclamada con razón por Juan José Millás.

En primer lugar, un estudio nunca prueba nada. Se deben sortear las aristas de todas esas variables que acechan siempre los resultados de cualquier estudio, empañándolos,  para poder estar más seguro de lo que se afirma. Pero, así de entrada, podemos decir que la generalización sobre la lectura debe ser un cuento... inventado por  algún librero despistado con ganas de incrementar sus ventas.

Pero sí tiene sentido la generalización de que leer algo que vale la pena..da ganas de vivir. Leer mucha de la bazofia al uso, al contrario, da ganas de morirse. Tan cierto es esto, que muchos, después de leer algo que vale la pena, incluso cambiaron su vida radicalmente para comenzar a vivir de nuevo una vida nueva.


Aristóteles pasea con Platón llevando en la mano la Ética Nicomaquea.


Ahí tenemos los casos de san Agustín (que tanto había leído) y san Ignacio de Loyola. Hay más. Hay muchos más. Santa Teresa quería, con su hermano, encarnar a los personajes de las vidas de santos oídas junto al fogón de su casa. Y como se nos llena de compasión el alma cuando vemos la fortaleza de Un día en la vida de Iván Ivanovich,  Solzhenitsyn, condenado injustamente a trabajos forzados en Siberia, comparado con nuestras quejas diarias por naderías. 

Sí, la lectura de lo que vale la pena da ganas de vivir y, sin duda, puede alargar la vida. Y mejor que buscar la "verdad de las mentiras", como dice Vargas Llosa, sería buscar la "verdad de la 
verdad".




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