Cuando las palabras salen del corazón








"Se lo he dicho de corazón", o "Me lo dijo de corazón", son frases que denotan la certeza sin pliegues de duda de quien ha experimentado una palabra, es decir, una verdad, sin más.

Se recurre al corazón como una prueba contundente, no a un silogismo o a una urdimbre de ellos. De ahí que Pascal, científico entre los grandes de su siglo, un hombre que sujetaba por la brida  las posibles jugarretas de la razón, nos deja por escrito en sus Pensamientos: "Razones tiene el corazón que la cabeza no entiende".

La subordinación de la cabeza al corazón queda patente para ciertos asuntos. No podemos sumar con el corazón, pero, ante un resultado,  tenemos la "corazonada" de haber elegido correctamente.

Y es que "la verdadera  razón no aflora en la abstracción del pensamiento, sino en la pureza del corazón". Esta cita de Ratzinger nos trae a colación que, la vida, que es amor, nace del corazón cuando sigue el camino ya recorrido por quien es la verdad misma. Sólo por amor se recorre el camino donde se encuentra el sentido. Esto nos remite  al hogar.

No podremos encontrar la razón del descamino de tantos, sin analizar antes en dónde se pierde la razón de pertenencia a una comunidad. Incluso, los llamados "hippies", a partir de la década de los 60, se entretienen con la idea de formar una "comunidad" para restablecer el calor del hogar perdido en sus vida de familia, donde, en la consecución de comodidad se cifraban todas las aspiraciones, tan vacías, que no llenaban el corazón de nadie.

Todo lo que ha prosperado en esta vida, alimenta en la creación de un hogar, y, asimismo, todo se disuelve cuando falta éste. La genialidad sin par de Miguel Ángel, por ejemplo, no deja entrever siquiera una sonrisa en ninguna de sus creaciones artísticas. Y sabemos que careció del cariño de una madre desde su infancia.

Ahí, en el hogar, se construye y aquilata la unidad, necesaria para la convivencia. La carencia de este bien,  por el contrario, desintegra el conjunto de relaciones posibles, como ocurrió en el caso de las "comunas" de "hippies" mencionadas, desbaratadas por los cambios continuos, siempre en busca del amor, cada vez más y más escurridizo.

Los grandes extravíos de nuestro tiempo nacen entonces de un corazón que se ha alejado del camino de la pureza originaria, para quedarse, en un segundo momento, en "abstracciones" fecundas en razones, pero alejadas de la verdad.

Vienen así las decisiones dolientes y retadoras. Dolientes porque se elige el desacuerdo con esa verdad de sobra conocida, enarbolando sólo la fría voluntad como bandera de una postura contracorriente. Retadora porque se airea esta postura y se disemina incluso en el ambiente más íntimo, pues se espera contrariar con ella a los receptores al presentarla  en sociedad . El único placer obtenido con este juego surge cuando se logra  comprobar cómo el "daño", la inquietud sembrada entre los más cercanos ha surtido efecto,  al airear posturas por quien, hasta no hace mucho, disfrutaba del ambiente hogareño.

Vemos en seguida, cómo el cariño de una relación da paso al rencor. La unidad se resquebraja. El calor de hogar se enfría, porque los leños echados al fogón se han transformado en piedra.

En efecto, el corazón deja ya de latir al unísono con quienes antes compartía todo. Se quiere abandonar la casa del padre para ir a otras tierras lejanas, quizá con pastos más apetecibles, pero en donde el pródigo no sabe en realidad  qué le espera.















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