La traición a Pedro en san Pedro

Quizá uno de los dolores morales más acuciantes,  el de más calado, se esconde en la traición.

El proceso evolutivo no desentraña el cambio de oveja a lobo (ni muchos otros). Pero se da; la historia está llena de ejemplos reales de donde se nutre la literatura y el teatro.  Es el caso de Paolo Gabriele al papa Benedicto XVI ("un pastor rodeado de lobos") y el de Lucio Vallejo a Francisco ("graves" filtraciones). Traiciones recientes en la ciudad estado de El Vaticano, junto a la plaza de san Pedro.

Es como el perro que muerde la mano a quien lo alimenta. Así con Eva y Adán. Así con Judas y Pedro. Dios lo sabía; también Jesús, que Dios era. Estos dos, advertidos, por  si hubiere lugar para el arrepentimiento de planes y negaciones inminentes. En este apartado, los discípulos, los papas actuales,  no son más que el maestro.

A espaldas de quien te quiere y te ha dado toda su confianza, se urde una conspiración justificada para el autor, pero que interrumpe la fidelidad debida. Por supuesto, luego siempre queda lugar para un motivo que obnubila la razón, alimentado de resentimientos y afán de justicia. Y no faltan quienes justifican ese actuar, con mil razones, como ocurre con el novelista Amos Oz, el israelita que se confiesa ateo, en su reciente novela Judas, quien guarda tal vez  para siempre la  imagen del suicidio de su madre cuando contaba 12 años.

La política es un campo abonado para el crecimiento de la traición, la de Bruto a César. Se ambiciona lo que otros tienen, y se promete  lo que no se puede dar. 

Pero, se nos pasa por alto un caso más común, que penetra hasta la médula de la convivencia humana: el divorcio, una verdadera plaga de los tiempos recientes. 

La infidelidad matrimonial suele ser el camino repleto de traiciones, que lleva al rompimiento fáctico de una relación. ¡Cuánto dolor se encierra y acumula en el alma de los traicionados! Y en la de algunos traidores: el rey David jamás cesó en su llanto por el crimen contra quien le había sido fiel.

Traicionar es siempre un camino torcido para resolver los asuntos, que hace mucho daño a quien la sufre. Pero el principal perjudicado es, desde luego, quien la perpetra, porque los pasadizos de esa conducta impropia de una persona se anegan, y conducen siempre a la negrura de lo interior de uno mismo, cada vez más oscuro, cada vez más siniestro y apagado.











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