Cuando el islam pierde a Dios. ¿Y Francia?

Cuando Dios creó al hombre, vio que era algo "bueno".

Y si se puede hablar así, prosiguió en su tarea creadora, mandando al hombre que le secundara en su intención de "llenar la tierra".

Por tanto, cualquier manifestación de odio, de no querer a la otra persona que convive en tu tiempo, es un demostración clarísima de que ese acto no viene de una persona unida a Dios.

Ni qué decir cuando, en nombre de Dios, se perpetran crímenes de cualquier tipo. Existir significa haber sido pensado y querido por nuestro creador. Por consiguiente, esta presencia del otro debería ser por sí misma una garantía para la aceptación y la convivencia social.

Es verdaderamente una locura, la de quien pretende arreglar las cosas a base de eliminar a quien molesta o interfiere en nuestro camino con planes distintos a los nuestros.

Entrar en razón significa reflexionar sobre el origen y el cometido del hombre en la tierra. El diálogo nace entonces como la manera más digna de resolver las diferencias, aunque sea con los representantes de las FARC colombianas que, después de haber matado a más de 200 mil personas desde su fundación hace medio siglo, han dialogado con el gobierno del presidente Santos durante los tres últimos años.

Parece tratarse de un diálogo poco serio, es cierto. Pero durante ese tiempo se ha reducido a cero el número de secuestros y muertes por ambos bandos. Ocurre lo mismo con la apertura de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, por muchos recelos que haya entre las partes.

Al obrar así, poco a poco se va descubriendo el camino que conduce a la paz,  porque empezamos a ver personas en aquellos con quienes se dialoga. De momento, ni el Islam ni sus oponentes se han sentado en la mesa de negociaciones, pues el objetivo próximo consiste en eliminar al contrario.

Ahí no hay Dios.

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