Doble rasero: se lamenta la muerte pero quieren más abortos

Así como los vinos se evalúan según su "cuerpo", "acidez", "cosecha" y "región", entre otras muchas dimensiones, a la hora de fijar su calidad y precio, también en el ámbito de los países se permitiría clasificarlos de acuerdo con alguna dimensión elemental de la vida y la convivencia humana.

Por ejemplo, en la primera página del periódico diario español El País, se anunciaba a cuatro columnas, sin mucha información al respecto, el hecho relacionado con las "decenas de muertos en una cadena de atentados en París", del pasado viernes 13.

Sin embargo, en la misma página, el periódico presenta la marcha del aborto en América Latina, y lamenta que, obrando así, el desarrollo  de la región "encalla" en el avance de los derechos sociales".

Los articulistas omiten su nombre propio en el encabezado de su escrito, quizá para ocultar su género o su vinculación con organismos internacionales proabortistas, y  titulan su nota de manera expresiva: "La odisea de abortar en América Latina".

Los autores se refieren al aborto con la nomenclatura introducida por la ONU en 1994 durante la Conferencia de El Cairo sobre la Población y el Desarrollo,   para disimular el contenido de un crimen con la expresión  "interrupción del embarazo" mediante un aborto provocado.

Al repasar las actas de aquella Conferencia, vemos, al igual que hoy, que los países de América Latina, junto a los países de religión islámica, se resistían a la aceptación del aborto y del liberalismo sexual para pervertir a la mujer y a los hijos, unido a un plan para desvirtuar la familia.

Sin duda, todo este plan diseñado hace un cuarto de siglo, se ha ido aplicando mediante la coerción implícita en los "planes de acción" a desarrollar en ciudades y en las aldeas más remotas con el visto bueno de las agencias gubernamentales.

Así, se han ido aprobando la unión de parejas homosexuales y, a continuación, el reclamado derecho de adoptar hijos. Pero, el aborto, aunque se cuenta por millones en todo el mundo, no acaba de satisfacer a las agencias encargadas de diseminarlo. 

Quieren más. Que nada los detenga en este crimen nefando. La cifra de 50 ó 60 millones de crímenes anuales no es suficiente todavía. Pero estos mismos matarifes dejan escapar lágrimas de cocodrilo cuando arde París, con la muerte de 130 personas mientras cenaban  y se divertían durante la noche de un viernes.

¿Cómo se puede hablar de calidad de vida en un país cuando se extermina a los indefensos inocentes aún por nacer por millones?








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