La dignidad al hombre no le viene del trabajo

"La dignidad del hombre es el trabajo", decía un escritor italiano, acosado por las preguntas del periodista.

Una cosa es que el desempleado se sienta menospreciado y con un cierto complejo a la hora de intereractuar socialmente, a partir de la propia familia que le reclama que haga algo de provecho, lo que sea, porque las cosas no son gratis, y otra cosa muy distinta es que esa persona se convierta en un ser indigno, aunque se sienta como tal en muchas ocasiones.

La dignidad de hombre viene de sus relaciones. Cuando alguien se presenta como descendiente de una familia de alcurnia, o con acceso a personas de poder económico, político o social, se le suele considerar como un "don alguien", en contrapartida con parecer un "don nadie".

Pero nuestra primera relación viene de Dios, que nos ha dado el ser, la existencia. De ahí viene nuestra dignidad, especialmente si consideramos que nuestras hechuras son a imagen y semejanza de su creador.

No somos hijos de la libertad, esa idea tan extendida de que el hombre tiene el "derecho a decidir". A esa frase le falta el complemente directo, como ya hemos notado en varias ocasiones. El derecho que tiene es a ser lo que realmente es: creatura de Dios, hijo suyo, del que se espera un comportamiento de acuerdo con este altísimo rango.

Por supuesto, se espera que el hombre trabaje, porque fue hecho "para que trabajara", y, por tanto, se le juzgara "según sus obras". De ahí la importancia del trabajo en la vida de las personas y de quienes en sus políticas, deberían considerar este asunto, la cración de empleo, como el punto más importante de la agenda diaria.

Porque no todos pueden autoemplearse, quienes se enargan de la custodia del bien común, deben cuidar el empleo en la sociedad, antes que cualquier otro asunto. Repugna entonces, que la guerra, el armamentismo, la aprobación de las drogas y otras facetas de la política, usurpen su lugar a la creación de empleo. 

No se trata de dar limosna a los menesterosos, sino de procurarles una actividad remunerada dignamente. Claro está, siempre que la persona pueda valerse por sí misma.

A veces se crean estudios en las universidades y en las escuelas técnicas que no conducen a ninguna parte, pues no hay empleo para tales carreras profesionales. Debe haber manera de hacer trasvases de una ramas del saber a otras para no encallarse para siempre en sitios sin provecho alguno.

Pero, y este es el punto de este escrito, la dignidad no le viene al hombre de ejercer tal o cual trabajo. El hombre es digno haga lo que haga, aunque se comporte indignamente. La dignidad le viene de su origen divino, y debido a ello, se le debe procurar un trabajo de acuerdo a quien es, para no orillar a las personas a tareas y oficios indignos, dados quienes son.





Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra