Pedir peras al olmo: Eucaristía y divorciados vueltos a casar

Quizá este artículo ya parezca agrio desde su titular. Pero, al contrario: se trata de no envenenar el corazón de quienes están en esa difícil situación de divorciados vueltos a casar.

No voy a redundar en lo que todos han dicho, de que es posible volver a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía cuando se arrepienten de la decisión tomada, y viven la continencia total entre ellos.

Para quienes transitan por esa vereda, se les puede decir que todos los caminos que llevan a Dios pasan por la Cruz, una fiesta de la Iglesia que se celebra mañana, día 14. Pensar que la cruz de los demás es menos pesada que la propia, es un despropósito. Dios da a cada quien la suya, junto con las gracias para llevarla. 

Esto nos debe dejar un gran consuelo. También vemos como en la vida de los santos la cruz siempre estaba presente en su vida, pero ellos vivían en medio de una gran alegría interior, que se traslucía al exterior, y así atraían a tantos.

San Agustín, en un intento de sentir con quienes sufrían porque estaban excomulgados, como obispo que era, se excomulgó a sí mismo en los últimos días de su vida. Esta práctica no es muy recomendable, pero muestra que en la Iglesia somos comunidad, que debemos llevar unos las cargas de los otros.

Nadie debe sentirse solo. Tener misericordia con alguien no consiste en darle lo que quiere, sobre si eso lo precipita al abismo, como ocurre con la recepción de la Eucaristía con conciencia de pecado grave. 

Debemos encomendar a cada quien, sea cual fuere la situación en que se encuentra, para que acierte a llevar con alegría su cruz, la que Dios, en su misericordia, ha querido donarle. 

Esto hará mucho bien a las almas y a la Iglesia, sin pedir peras al olmo.

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