Elogiar la conciencia, sí, mediante el estudio

Elogiar la conciencia..., está bien. Pero los juicios de la conciencia no son un absoluto.

Decimos esto porque con el relativismo imperante, se ha filtrado ya la idea de que uno debe seguir la conciencia a ultranza. Lo cual es cierto.

Ocurre, sin embargo, que por encima de la conciencia están los principios morales que rigen al hombre, bien desde su interior con la ley natural, o mediante la ley moral, los 10 mandamientos dados a Moisés en el monte Sinaí.

Por consiguiente, no se puede separar el juicio de la conciencia de la verdad absoluta que viene dada por Dios, como una ayuda al hombre, para que camine en la rectitud. Dios no encorseta al hombre a base de mandatos, de obligaciones, de cumplimientos y de rituales. No. Ese no es el Dios de los cristianos. Se parece más a esa línea de los fariseos y escribas, consistente en atosigar la conciencia, esclavizándola, con una retahíla incontable de preceptos humanos, dislocados completamente de la voluntad divina.

Entonces, hoy nos podemos encontrar con la conciencia laxa, la que se permite todo porque todo es bueno si a uno le place, o la conciencia farisaica que, a base de reprimir cree encontrar el camino a Dios. 

¡No! La amistad con Dios pasa por ir considerando y cumpliendo sus preceptos, unos preceptos que, parece paradójico, ayudan a encontrar el cauce de la libertad humana. Y, por ende, la felicidad. 

La actitud receptiva del hombre, de todo hombre, a lo que Dios quiere de él, es la manera de ir formando esa conciencia para que no se salga de madre, ese cauce natural establecido por su Creador desde el principio.

Y la gran suerte, después de decir, "habla, ¡oh Señor!, que tu siervo escucha" (al modo de Samuel... y de todos los santos que en la historia han sido), consiste en poder oír su voz.

No en vano, esa virtud máxima de la obediencia, nos enseña ya, en su etimología, que la tal palabra viene ob audire, es decir, de escuchar. Por eso, la meditación y el estudio de las cosas rectas llevan a Dios, al ir formando así la conciencia.


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