Dureza de corazón y divorcio

Moisés enmendó la plana al Creador. Permitió el divorcio exprés mediane un "acta de separación".

Alrededor de 1.200 años después, Jesucristo debe encarar este hecho cuando un fariseo especialista  en leyes judías le pregunta si un hombre "puede divorciarse de  la esposa por cuaquier motivo". Es decir, la disputa después de la concesión mosaica había llegado al punto en tiempos de Jesús de que cualquier asunto podía servir de excusa para el divorcio. Desde luego, este no era el modelo a seguir, según les aclara el Mesías.

Moisés, el gran legislador del Antiguo Testamento, responde Jesús,  permitió tal cosa (y aquí está el punto), debido a la dureza de corazón de los judíos, liberados por Dios de las esclavitud de los egipcios. Y desacredita esta costumbre remitiénose al plan original de Dios: Al principio de la creación no fue así.

Había desde el principio, un "compromiso irrevocable" (sacramentum) por parte de los cónyuges, quienes vienen a ser "una sola carne". El argumento final de Jesucristo no deja dudas: "Lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe".

Esto no es óbice para que, en los primeros siglos del cristianismo, por razones que no aparecen muy claras en los casos, pocos, que nos queda, se haya abusasado de este dictamen, pero tenían todos manifiesto que, después de un divorcio, si el otro cónyue quedaba con vida, no se permitía el matrimonio, si bien las leyes romanas, por ejemplo, concedían esta posibilidad.

Por consiguiente, no podemos abrevar en los primeros siglos de cristianismo para buscar luces nuevas que permitan un cambio en las leyes de la Iglesia, como pretenden hoy día algunos académicos y eclesiásticos.

Entonces, estos personajes que militan por la via libre tratan de no caer en el apartado de quienes esa dureza de dureza de corazón que apuntaba Jesucristo yéndose a cubrir con pieles de oveja, como misericordiosos. Pero en el fondo, el término referido a la dureza significa "incircunciso" de corazón (vid. Paul Mankowski, S. J., p. 48, en Permanecer en la verdad de Cristo, pp. 39-68). En una palabra, corazones que no están en sintonía con la voluntad de Dios.

Es decir, se puede aplicar a quienes no quieren escuchar la voz de Dios y aplicarla en toda su radicalidad, por ser una verdad que no es nuestra, sobre todo los pastores de la Iglesia Católica, que tienen la doctrina meridianamente clara desde el principio. Entonces, quizá convenga más no casarse (Mt 19, 10), y así se les debe enseñar a quienes consideren contraer nupcias, antes del matrimonio. 





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