La diferencia entre samaritana y zorra

"¿Qué más da si alguna vez te acuestas con alguien?", concluía no hace mucho una escritora sin pelos en la lengua, muy al uso en la España desafiante de hoy. Así, la autora defiende y distingue la "lealtad de la fidelidad sexual" en un semanario español, a quien su pedigree relativista le permite quizá echar una cana al aire de vez en cuando, cautelosamente, sin que casi se  note, claro, para así  poder conservar con "éxito" su relación de pareja.

Esta mujer moderna, aunque ya mayor, no ve la diferencia "entre que tu pareja tenga un amante casual y que no lo tenga" (al final verá usted porqué), pues está convencida de que "a menudo las relaciones extraconyugales pasajeras mejoran la relación principal", pues "es difícil amar a alguien a través del tiempo". A la tal  señora de "moral distraída", que sin vengüenza alguna airea unas ideas verdaderamente ponzoñosas conviene decirle que ella no es  jueza de nada, ni de las acciones propias ni de las ajenas, y que, sin embargo, hay actos que por su objeto son intrísecamente malos, sin importar los buenos fines pretendidos, si fuera ese el caso. El adulterio, por ejemplo, por su objeto, resulta siempre malo.

Esta mujer aborrece la "toxicidad" introducida por la monotonía en una relación a través del tiempo, pero no considera tóxico el meterse con alguien fuera del lecho conyugal para refocilarse dando un par de brincos. Pensará: "--- Hay que echarle un poco de sabor al caldo; es mejor ésto que saltarse las trancas del matrimonio"--- (indisoluble de suyo). Sí, pero el fin nunca justifica los medios, y los accidentes e intenciones de un acto  (el adulterio en concreto) quizá lo atenúen pero nunca  determinan su gravedad. !Qué lejos queda de esta visión miope ese otro gran escritor, Tolkien, de fama mundial, que perseveró alegre y fiel en su matrimonio hasta el último día después de 55 años!

Esta mujer quizá podría ajustarse a la definición de barragana, aunque no ejerza ni cobre  en efectivo por el servicio. Lo único malo de vivir así es que se haga público, piensa ella (algo que la periodista  de marras hace muy bien cuando escribe), pero le encanta la "apertura"  con el  próximo, con el que pasa a un lado. De hecho, esta mujer da a entender eso en su columna, como si se tratara de una furcia eventual (en lo personal yo creo que es mera presunción) sin miedo a Dios ni a los hombres, dedicada a pervertir la mente y el corazón de muchos incautos, atrapados en las espirales de su pluma.

Esta mujer no ha habrá leído, quizá porque nunca lo   ha querido leer, algunas aclaraciones de la Gaudium et Spes (n.49) sobre el matrimonio: "Este amor, ratificado por la mutua fidelidad y, sobre todo, por el sacramento de Cristo, es indisolublemente fiel, en cuerpo y mente, en la prosperidad y en la adversidad, y, por tanto, queda excluido de él todo adulterio y divorcio".

Pero, lo más doliente en sus comentarios, viene al comprobar que no quiere saber en qué consiste el amor. Se entretiene ella más en el desamor. Sobre todo, se nota que esta pobre mujer no ha encontrado el amor en su vida. Sospecho esto dado  que, ahí donde presume de liberal denota su gran carencia. Y se queda a la altura del "celestinaje de conciencias", pervertidora de niñas y jóvenes. Los viejos "raboverdes" ya están pervertidos, como en el pasaje de la Susana bíblica.

La samaritana se arrepiente de su vida y conmina a los demás a hacer lo propio. La zorra continúa con su estilo de vida,  robando el alma a los demás para hacerlos semejantes a ella.

Ah, Rosa Montero se llama la tal señora, viuda. 


















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