Frente al giro copernicano de las ideas, permanecer en la verdad de Cristo

Soplan vientos recios, desde los cuatro puntos cardinales, contra la doctrina de la Iglesia.

Cuando esos vientos inciden en el cuerpo, se busca naturalmente abrigo. Nadie quiere que se lo lleve el viento. Pero, a veces, debemos aguantar a pie juntillas. No hay donde guarecerse.

Respecto a la doctrina católica, sabemos que hay que permanecer en la verdad hasta el final. Sin embargo, la polvareda levantada por los ventarrones  impide a veces seguir con claridad el camino de búsqueda de la verdad. Estos son los vientos que circundan el alma.

La doctrina, zarandeada hoy por los huracanes, apenas ofrece refugio seguro a la familia  y a su fundamento: el matrimonio. Los vientos provienen primordialmente de los media. El activismo sin pausa juvenil y senil entre el ruido producido por ellos, se alimenta de las redes sociales, propagándose en ondas sin límite velozmente. Al final, cada quien propaga lo que quiere en nombre de la libertad. Y, como consecuencia,  en nombre de esa misma libertad, cada quien selecciona de lo que se dice, lo que le conviene creer.

El "giro copernicano" de la sociedad ha ocurrido en el momento en que cualquiera, sin que importe su preparación, puede convetirse, si así lo desea, en emisor, editor, propalando lo que le viene en gana. Hasta hace no mucho, el gran público se conformaba con papel de receptor. Ahora, sin qué decir, se dice. Así se generan grandes males. ¿Por qué?

Este "giro" comprende algo más que un pluralismo de roles, bendito término que con sólo mencionarlo, recibe ovaciones. Se trata en el fondo de acabar con la autoridad. El poder, más o menos solapado, realza el individualismo al conferirle la capacidad de decir, sin pensar. Es el tan celebrado "derecho de expresión": cualquiera puede decir lo que quiera, en frente de quienquiera, cuando quiera. La radiodifusión apoya esta pauta con merolicos ocurrentes y maleducados.

El tiempo de vigilia en las redes sociales  se prolonga durante el día y toda la noche. Las redes, siempre voraces, facilitan el cambio continuo de emisor a receptor, sin alcanzar el dominio de  ninguno de esos roles. La palabra usada en estos media nace  de la inercia, de la curiosidad, del no poder guardar siquiera un minuto de silencio.

Con  mentes tan ocupadas, no queda tiempo para conocer la doctrina católica. La suerte del matrimonio y de la familia parece esperar el veredicto de los media, como si ellos fueran los verdaderos intérpretes de una institución, de un sacramento, que nos remite al principio de la historia y nos cobija y defiende a todos.

Pero los perros laten furiosos durante la noche, cuando no ven producirse la sequía doctrinal esperada por quienes no ven enmendar el cauce de la Iglesia hacia  sus puntos de vista.

Además,  el giro copernicano se ha dado también en el tema de la familia. Para empezar, al matrimonio se le quiere convertir en conveniencia, y así disolver lo indisoluble propio de este misterio, sacramento grande, porque en él participa, junto a los cónyuges, el mismo Dios. 

Y a Dios nadie puede enmendarle la plana. No se trata de tener sólo misericordia con los que sufren, sino de darles, aunque se sufra, la verdad de Cristo.









Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra