De Dios recibimos tanto cuanto esperamos





San Juan De la Cruz (1542-1591).




Leer y releer la vida de los santos, nos sitúa bajo una gran luz, iluminando el camino, quizá la misma luz recibida por ellos en su vida terrena.

La gran Teresa de Ávila solía escribir libros, muchas cartas y poemas. En uno de estos poemas se encierra con la virtud de la esperanza. 

En sus versos aparece una y otra vez la luz de esperanza tras loa pliegues de la paciencia, unas veces; otras, sin recato alguno, la muestra en primer plano. Por ejemplo, no sé si animada por San Pablo, nos dice "Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza". Pero, luego nos mostrará la esperanza en la alegría de una muerte que no acaba de llegar: "...y tan alta vida espero, que muero porque no muero". Y añade sin miramientos: "..porque muriendo el vivir me asegura mi esperanza". 

Tres siglos más tarde, la otra Teresa, la pequeña y doctora de la Iglesia, siguiendo los pasos de su gran predecesor San Juan de la Cruz, en los escasos espacios del convento carmelitano de Lisieux, apenas con edad para nada, nos enseña algo que a ella le sirvió como guía, capaz de elevar en esta vida los ánimos de cualquiera, por muy solitario que esté, como San Juan dela Cruz lo estuvo en su confinamiento de nueve meses:"De Dios obtenemos tanto como esperamos". 

Entonces, ¿qué hacemos sin parar de lamentar?  ¿Qué más podemos pedir si en el desear ya estamos a punto de conseguir? ¿Acaso el buen Dios puede dejar de oír la necesidad de un lamento si con sólo divisar la silueta de su hijo, pródigo, deja de caminar y corre para poder besarlo? 


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