A la fuerza, ni los zapatos entran, pero...


Hijo 
pródigo (Bartolomé Esteban Murillo), s. XVII.



Parece, a veces, que las cosas se consiguen a base de  fuerza, a juzgar por los embates y atropellos de cada día en todas partes. Pero, él dicho popular, con pequeñas diferencias de una a otra cultura, basado en la experiencia de años, nos recomienda: A la fuerza, ni los zapatos entran.

Sin embargo no siempre aparecen las soluciones a los problemas de modo claro.  y entonces se recurre con frecuencia a la fuerza. Incluso nos recomiendan en las páginas de ls Sagrada Escritura, por ejemplo, que el cielo es para quienes lo "arrebatan".En otra cita popular se redondea la experiencia con un "a Dios rogando y con el mazo dando". En algunas parábolas se insiste en la conveniencia de "insistir" molestando, hasta que nos oigan, aunque sea ya la medianoche.

Las manifestaciones callejeras en todo el mundo, siguen el mismo principio: dar la lata, molestar, romper y quemar lo ajeno incluso, con el fin de obtener lo deseado. Esto se explica debido a las escasas o nulas consecuencias habidas en ocasionar estos atropellos en la propiedad ajena o pública.

Estas conductas  prueban el convencimiento y determinación a conseguir algo en la vida, ésta o la futura. En cierto sentido, podríamos decir, a Dios le gusta probar  en nuestra insistencia la firmeza del deseo, a sabiendas de pedir, o precisamente por ello, la incapacidad de conseguir lo que se espera. Se pone a prueba la fe en lo que se espera, pero, deberíamos agregar, no se puede obrar faltando a la caridad,  comprometiendo el bien público o el del vecino.

La fuerza de la caridad va más lejos y antes porque respeta la libertad.



 

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