Cuando uno debe callarse


¿Hablar está de moda? Ver las redes sociales.

El debate queda abierto. Durante miles de años, la mujer debe guardar silencio. Es el hombre quien lleva la voz cantante. Sin embargo, ha habido, y hay, mujeres con un entendimiento claro y una voluntad firme han protagonizado un  papel de vanguardia en uno de los sitios mejor guardadores de esta tradición. 

Tomemos el ejemplo de Catalina de Siena (1347-1380). Patrona de Europa. Doctora de la Iglesia Católica. Esta santa llegó al límite cuando desde Italia fue a la ciudad francesa de Avignon para encararse con el papa Gregorio XI exhortándole a que volviera a Roma y, así, se evitaran males peores en las luchas entre la República de Toscana y los Estados Pontificios, además de los conatos de cisma en varios países europeos. El Papa regresó a Roma y también cesaron las guerras entre varias regiones italianas.

Además de Catalina de Siena, mujeres del temple de santa Teresa de Jesús (1515-1582), santa Brígida de Suecia (1303-1373), santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897), santa Benedicta de la Cruz (1891-1942),  son todas patronas de Europa por su contribución al esclarecimiento de cuestiones complejas sobre la espiritualidad, el trato con Dios y la convivencia humana.

Tenían todas estas mujeres una nota en común: su convencimiento de poseer la verdad, y como consecuencia de ejercer su "libertad interior"  no la callaban nunca cuando estaban delante de la persona indicada aun cuando ello les podría acarrear graves consecuencias, y, en algunos casos, la muerte.

Lo inapropiado sería  hablar cuando no se está seguro de poseer la verdad sobre un tema opinable, que pudiera traer consecuencias indeseables para otras personas. No se puede usar la palabra para zaherir, perjudicar a terceros o crear divisiones en una comunidad. Decir, por ejemplo, lo digo porque así pienso; podría estar bien mientras no se perjudique a los demás. 

Pero debemos aprender a guardar algunas cosas en el corazón, como hizo María, la madre de Jesús, cuando perdió a su hijo, cuando calla al no entender la respuesta de su hijo después de haberlo buscado con José durante tres días, cuando está en el Calvario delante de su hijo crucificado, sabiendo mejor que nadie, que él era el hijo de Dios, y que era un hombre justo, dando la vida por los hombres, por todos ellos.

Ella, María, ha sido la persona con más razones para hablar, para protestar, para rebelarse en público por la injusta atrocidad cometida contra su hijo delante de su propia madre.

 





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