Permanecer en el misterio es razonable



La Virgen de las Rocas, s. XV
Leonardo da Vinci




El aburrimiento es la causa de grandes tragedias en la vida. El matrimonio, por ejemplo, un invento divino donde la unión de un hombre y una mujer duran para siempre, se rompe a menudo debido a la falta de ilusión en la entrega mutua.

Nos aburrimos, dicen los esposos. Pero el fin del matrimonio no es la diversión. Pensar así de esta institución lleva al desengaño. Ahora bien, permanecer en el compromiso año tras año, sin aburrirse, es donde comienza a surgir el misterio. ¿Cómo se puede vivir la vida entera con la misma persona sin aburrirse? De manera especial, cuando por ahí, en todas partes aparecen atractivos lugares y personas para entretenerse pagando una mínima cantidad. 

Aquí es donde, según creo, está el quid del asunto. La presencia del misterio en una relación. Esta presencia abre la puerta al asombro, y el "aburrimiento" la cierra al sinsentido.

Entonces, no quieras saber todo, ver todo, acostumbrarte a todo. Al obrar así se acabarán las preguntas porque ya no hay nada más por conocer. Y buscarás en otro sitio, fuera de lugar, para entretenerte.

La relación entonces se extingue, y las miradas no buscan el rostro de tus sueños. Después de ese tiempo, cada vez más corto, el interés en el "otro" se apaga. El fuego de ayer se ha hecho cenizas, sin dejar siquiera un rescoldo para volver a reanimarlo. ¿A dónde se puede ir si ha sido el descuido el causante de este deterioro paulatino? ¿Acaso no hay vida todavía para intentar un comienzo nuevo, en donde alumbre un rayo de esperanza? ¿Se puede considerar muerto en donde aletea  todavía un hálito de brisa?

Sólo en nombre de la esperanza se puede echar un grito y, como en el caso de Lázaro, volver a vivir. Pero aunque el grito suene a desesperado, surge del misterio de la fe. Ahí se encuentra la vida.

Por todo lo anterior, permanecer en el misterio no es locura, aunque así lo parezca en un mundo descreído. Al fin y al cabo, nosotros somos parte del misterio.



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