Europa y la cultura de la muerte

La vida engendra vida. Cuando no es así, y aparece la esterilidad de la muerte, es que ya no se vive. Este es el caso de la vieja Europa, por ejemplo, donde el invierno demográfico ha creado, sin querer, literalmente, la primavera árabe: miles de árabes de diferentes países, abiertos a la vida, han inundado, y lo seguirán haciendo, las calles de las principales calles europeas.

Por eso el aborto es la mayor aberración de Europa. Amén de que se niega incluso la libertad a un ser que estaba destinado a tenerla, ha cultura de la muerte interactúa ahora con la incredulidad de quienes se niegan a abrir la puerta a su tracidión cristiana centenaria.

El marxismo no ha fracasado en Europa. Las relaciones económicas ocupan el corazón y la mente de los directores de la política. Todo se ha recucido a esta realidad, y la vida se sopesa en funcón de la carga que supone para la libertad de las personas en sus decisiones diarias y el peso económico para las familias y los pueblos.

Parece, sin ser pesimista, que la fuerza, no del cristianismo, que sigue y seguirá en pie hasta el final de los tiempos, sino la de los cristianos de herencia va a arruinar Europa, al reducir la riqueza de la realidad, solamente a su dimensión económica, sin lugar para la vida del espíritu.

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