El contagio de las redes (¿sociales?)

Viajé no hace mucho con mi esposa (nada de pareja) a una gran ciudad con el fin de dar una conferencia. 

Tuve la dicha de ver de nuevo a unos cuantos amigos, de los viejos tiempos. Después de los saludos de ritual, me llamó poderosamente la atención la conducta de uno de ellos. 

Con casi ocho décadas de vida, se apartaba una y otra vez del grupo en donde  su esposa charlaba con algunos de los concurrentes en la sala, y no cesaba de teclear su teléfono portátil con avidez, quizá urgido por la falta de destreza cuando se comparan estas habilidades con las de un adolescente.

Le comenté al pasar a su lado, si estaba muy "enganchado" con el artefacto. Me contestó sin levantar la mirada de la micro pantalla que "no mucho". Expresé entonces un comentario en alta voz, sin esperar respuesta alguna: "A las ocho de la tarde apago el teléfono. No estoy para nadie". Pero sí hubo contestación a mi enunciado: "Sí, pero en esta ocasión yo tengo interés en mandar este mensaje".

Desde luego, este sucedido no tiene gran trascendencia, a no ser que reparemos en que cientos, miles y miles de jóvenes, tan criticados por su conducta antisocial cuando se incolucran en el toma y daca de las redes sociales, dicen lo mismo que este amigo octogenario: Sí, pero es que este mensaje sí quiero enviarlo. 

Qué duda cabe. En ese momento lo importante era "otra cosa", "otra persona" que quedaba fuera del alcance de las reunidas en esa agradable sesión donde se reunieron personas amigas y recién conocidas, para disdrutar de ese acto social y  literario.

El punto a resaltar en este comentario es obvio: sin darnos cuenta, cambiamos la oportunidad de estar con gente real, de carne y hueso, por un plato de lentejas.  El cambio no se da por nada, pero se deja de lado a quienes quizá esperaban más de ese encuentro.

También puede ser, sin duda alguna, que el intercambio de mensajes en las redes sociales pueda usarse de vez en cuando como  un escape para eludir a quienes no quieres ver en realidad. Sin embargo, no es ese el punto central de esta observación, al que no acabo de redondear. 

El asunto central se cifra en la adopción social de una conducta poco educada, pues corta el flujo de una conversación ya establecida con un semejante (si es que no alcanza a ser amigo de veras), y se supone que la interacción mediática en la red es razón suficiente para hacerlo. 

Ocurre lo mismo en el teatro que en misa. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra