El idealismo y los aviones: lejos de la realidad

Se denomina idealistas a ciertas posiciones filosóficas que, desde modelos mentales, escenifican la vida posible, deseable, razonable. Para no entrar en conjeturas complicadas, diremos con una metáfora que el idealismo consiste en subirse a un avión que no aterriza nunca. La hoja de ruta es el deber. Un deber sin límites, siempre exigiendo más. Un deber sin recompensa alguna, pues equivaldría a manchar, por un lado, la pureza de lo debido; por otro, supondría elucubrar con razones sin fundamento sobre su existencia.

Ahora se propone la posibilidad de ir a Marte y quedarse allí, pues no hay todavía la manera de regresar. Y hay quienes se apuntan a tales viajes, aunque se llene el alma de congoja al considerar la soledad casi absoluta de tal estadía. Pues bien, ese viaje, esa estancia, tienen más realidad que el idealismo al que nos referirmos.

Emprender un viaje conceptual, con conceptos vacíos, forzados por tanto a situarnos en algo supuesto, inconsistente, donde depositaríamos todos los objetos hasta ahora conocidos, ni siquiera en  Marte, sino en un vacío mental donde se aterriza para vivir sólo consigo mismo, parece una novela de terror. 

Todo se ve, se intuye, entre nubes, sin tocar nunca tierra firme. La imaginación vuela literalmente. Con el fin de no sufrir un descalabro intelectual, ante la angustia del panorama de vivir siempre en el aire, antes de que la imagianción lo invente, se descubre  el espacio en donde situar las coordenadas de las vivencias, un espacio desligado de las ataduras de los cuerpos reales.

Parece una locura, pero grandes pensantes en la historia se han subido a esos aviones para ya no volver a descender más en su vida. De esta manera, todo lo real adquiere forma al situarse en ese espacio imaginario, que, conceptualmente, sirve de base a todos los actos. Es más, ese espacio es la condición para que el obrar y  las formas se pronuncien y adquieran sentido.


Sin duda, al volar tan alto se siente un cierto aire de superioridad. No cualquiera puede acceder a un pasaje de tales características. Los pobres mortales que se mueven a ras de tierra, deben percibir, experiementar primero, las cosas, antes de abstraer sus formas y relacionar luego lo existente con sus esencias, intangibles pero referidas a una realidad.

Al pensar así, las relaciones entre los seres se escapan a su naturaleza, y se determina la vida desde la matemática.  El resutado es trágico al ver hoy  la carencia de 400 millones de seres humanos  suprimidos o  privados de la existencia a partir de 1976 en China, basados en una ecuación ideal, que la realidad hoy echa en cara a los gobiernos de ese país, aunque la ONU y otras asociaciones tan sensibles para otros asuntos, guardan silencio. Por ejemplo, en China, se ha llegado a una "tasa de dependencia" en la población de un 70%, es decir, por cada 100 pesonas en  edad de trabajar, hay 70 que tienen bien menos de catorce años o más de 65. 

Ocurre lo mismo con la permisión del aborto. Por supuesto se aduce una razón para suprimir una vida humana, existente, porque la hoja de ruta de los gobiernos ha emprendido un viaje en busca de la libertad para cumplir el deber imaginado. Los actos de las mujeres que abortan y las de los hombres que cooperan a ello, se justifican en las nubes de ese avión donde vuelan, desoyendo los gritos de la realidad de esos seres que, descuartizados, pierden la vida. Ahora, el "vacío demográfico" de Europa, es una invitación abierta a los países menos favorecidos para invadirla, les guste o no a los europeos. De esta manera se ha instalado en sus entrañass, el mayor problema del presente y de los años por venir.

Se salva así el deber, piensan. Las metas se cumplen. La libertad busca, efectivamente, un bien ideal, sin contrapartida real. Sin consecuencias, por tanto. Y si las cosas se ponen mal, permitiremos que las mujeres chinas puedan tener dos hijos porque así conviene ahora a la lógica política.

Pero es que los actos humanos, la moral, imploran la presencia aunque sea de una metafísica natural,  unos principios en donde apoyarse. Cada ser es lo que es, y no se pueden transgredir su estructura y sus normas sin violentar todo el orden de la vida y de las cosas.

Se dirá, con razón, que las políticas de conveniencia de cualquier país se confunden más con el materialismo que con el idealismo. Es cierto, pero ambas sustituyen la realidad con ideologías o con razones científicas, y se trazan un camino hacia el deber exento de fundamentación real.

Los aviones que no respostan nunca acaban cayendo. También los idealismos chocan una y otra vez con la realidad.







Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra