Ver cómo anda la humildad: tarea vital para el verdadero "progreso"



La Anunciación (década de 1420), obra del maestro Florentino del Renacimiento, Fra Angelico,  cuya fiesta hoy celebramos como solemnidad, porque se da con la Encarnación la plenitud de los tiempos.



No sabemos porqué Dios eligió a María para ser su madre. Este es el mayor don conferido a una  criatura desde siempre y por siempre. Ni siquiera en las narrativas de la Grecia antigua, tan acostumbrados como solían al ir y venir de sus dioses, vemos algo parecido.

Una jovencita del pueblo de Israel, sin mérito alguno de su parte, recibe el saludo de un ángel, elegido entre millones de seres inteligentes, puros y fieles, para anunciar el gran recado de todos los tiempos: Se le solicita su aquiescencia para ser la madre del Altísimo, la madre de Dios.

Esta jovencita, llamada María, nos cuenta la razón de esta elección, cuando va "apresuradamente" a contar la noticia a su prima Isabel, en Ain Karin ("Manantial de la viña"), situada en las montañas de Judea, próxima a Jerusalén. Nos dice María: "porque vio la humildad de su esclava". Esta es la razón de la elección divina.

Cuando su hijo, Jesús de Nazaret,  nos propone un camino de vida para imitarle a él, nos sugiere dos aspectos para lograr la perfección: "ser mansos y la humildes de corazón", sin duda, virtudes vividas en la intimidad del hogar de  María y José, y aprendidas en lo humano por su hijo Jesús.

Es importante advertir la importancia del lugar en donde se fragua este logro: en la intimidad del corazón; de él salen la maldad y también la bondad del hombre. No basta la humildad de apariencia, sino la de verdad nacida en lo más íntimo. Es sólo Dios quien ve en lo más íntimo de nuestro ser y, por tanto, puede ---algo vedado para los demás--- "juzgar".

Esta infección global con el "corona virus" nos puede ayudar a reflexionar sobre la nonada que somos; un bicho invisible y diminuto trae en jaque a la humanidad entera con toda su tecnología, economía, sistema de salud, el empleo, el arte y el deporte,  y, tan hábil es la criatura viral que incluso las iglesias y los servicios sacramentales prestados, se han parado. ¡Parece una maniobra diabólica!

Digo, entonces, si este caos nos servirá para ganar un ápice siquiera en humildad, y entonces ser aptos para algo que ocurra algo grande en nosotros.






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