México: Tierra de oportunidades para la santidad


Si se tiene claro que el único fin de nuestra presencia en
la tierra es ganarse el cielo, quizá por ese motivo convenga considerar a México como un  país de oportunidades. Veamos.

Para comenzar estas consideraciones, valdría la pena citar como preámbulo ejemplar a  todos los mártires de la llamada Guerra Cristera (1926-1929). No sabemos cuántos fuero (¿miles?),  pero cambiaron el rumbo de México: hombres y mujeres lucharon codo con codo por defender su fe, conservada hasta e día de hoy.

Pero de forma más discreta, en la todavía breve historia del Opus Dei (fundado en 1928) ya se han dado tres casos de miembros de esta Prelatura Personal, cuya vida ordinaria les ha conducido a los altares. Se trata del fundador, Josemaría Escrivá, la de su sucesor  Álvaro del Portillo, y la de Guadalupe Ortiz de Landázuri. Los tres tuvieron una especial relación con México y su queridísima patrona.

En el caso de san Josemaría, en el mes de mayo de 1970, pasó un mes en este país, visitando a la Guadalupana y recibiendo a todo tipo de personas, provenientes de todos los estratos sociales del país. Lo que él le pidió a la Morena del Tepeyac, según dijo a la mitad de la novena hecha en el santuario de la Virgen desde la celosía  del coro de Catedral, se le había concedido, y se le mudó el rostro a partir de ese día de la novena, lleno de alegría. A raíz de ese encuentro se puede fundar la traída de la Virgen de Guadalupe al Santuario de Torreciudad (Huesca, España) concluido en lo fundamental durante  1975; de esta manera, la Guadalupana acompaña desde entonces a Nuestra Señora de Loreto y a la Virgen del PIlar, situadas junto a ella en la parte baja del Santuario, rodeada de confesionarios.

Por otro lado, don Álvaro del Portillo, nace en Madrid, pero de madre  mexicana. De pequeño aprendió de su madre  el hablar con su acento y a rezar oraciones típicas de su país. Visitó México en dos ocasiones y le tenía verdadero cariño a la Virgen Morena del cerro del Tepeyac. Acabó siendo beatificado por el papa Francisco.

También Guadalupe Ortiz de Landázuri tiene una peculiar historia. Además de llevar el nombre de la Virgen mexicana porque nació en Madrid precisamente el día de la Virgen de Guadalupe, con el andar de los años, acabaría viviendo en México más de un lustro, con el fin de ayudar en los comienzos de  la Obra en ese país. Regresó a España por motivos de salud, y fallece poco tiempo  después. En 2019 fue beatificada en Madrid ante una numerosa concurrencia.

Entonces,  llama la atención el dato siguiente. Aunque ronda la veintena el número de fieles de la Obra  en vías de canonización, solamente  tres de ellos han culminado  con éxito el proceso.Y estos tres casos, nacidos en España, tienen en común el haber desarrollado una  relación especial con México y su santa Patrona, Nuestra Señora de Guadalupe.

Quizá esta es una buena razón para vivir en México, aunque no sea ni necesaria ni suficiente para alcanzar la santidad. Pero, sin duda, la Guadalupana ayuda.





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