Subir para contemplar: De la admiración surge el dar gracias

El hombre lo sabe: al abrir los ojos por primera vez, el mundo estaba allí. Se despierta, y contempla una maravilla. No le hace falta comparar lo visto con otra cosa: en sí misma, la realidad asombra. La luz, el aire, el sol, la tierra y sus cambios de la mañana a la noche. Las estrellas y la luna, sin tensión alguna, dan paso al sol, que se manifiesta sin avasallar. Toda una lección de realeza natural, sin asomo de poder. Las plantas se alegran con la luz, y se recogen en silencio al atardecer. Y el hombre sintoniza su vida con el resto de la creación.

Pero antes de entregarse al descanso, sale de forma natural, "dar gracias", por cada una de  las maravillas contempladas en ese lapso  llamado "día". Se contempla el mundo y repica con alegría el corazón agradecido. Asombro y acción de gracias se suceden sin cesar. La sabiduría reconoce el plan divino preparado para el hombre, y no cesa de dar gracias por haber sido creado para ser feliz

Sin embargo, el hombre actual quiere "ser como Dios". Trata de llenar toda la tierra con sus "tecnologías" y cesa la admiración. Ya no se contempla porque la atención se vuelca a los desarrollos humanos. El hombre dirige su mirada a sí mismo y no le queda un resquicio siquiera para el salir del sol y el atardecer. La sabiduría del corazón languidece y no se reconoce al "otro" como a un semejante. Se ve a un competidor y, a veces, como enemigo.

De esta manera, surge la "protesta" por todo, y para nada se vislumbra siquiera la belleza de lo creado. Se repudia al semejante y no queda lugar para el conocimiento proveniente del asombro, ni un resquicio de cariño para dar gracias.

Sólo queda la hostilidad recogida y diseminada por los media. Al no sustraerse de este entorno artificial, tampoco la reflexión tiene un lugar en el corazón del hombre. Y todo parece repetitivo y monótono, sólo alterado por la gravedad de la "protesta", enardecida por los gritos desafiantes de gargantas manipuladas por la recompensa material de quienes están empeñados en socavar la visión del creador, para sustituirla con el detritus de las mentes llenas de odio porque han desterrado el tiempo de la contemplación y del cariño, de donde brota la "acción de gracias". Ahora casi nadie contempla y, por tanto, no hay lugar para el agradecimiento.

Hay que subir para contemplar.

Entonces, nos acordamos de aquellos versos, tres mil años antiguos: "Por qué se amotinan las gentes y trazan las naciones planes vanos", ideas atribuidas al rey David.




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