Violencia: Vuelta a la nada







Encontramos una línea de pensamiento desde siempre: nos dice de dónde venimos y a dónde vamos. Hay un fin, pero con él no todo se acaba, nos habla de "continuidad". Hay trascendencia. A partir de ahí, se puede emprender el camino. Y cada paso tiene sentido.

Otra forma de pensar: no se sabe exactamente de nuestro origen ni tampoco del fin. Venimos de la nada, y a la nada nos dirigimos. El recorrido entones se convierte en "vagar" en la existencia mientras ocurre lo inevitable: la muerte. Con ella todo se acaba. Algunos se funden con esa nada y lo conciben como una salida triunfante.

El gran caminante, san Pablo, distinguió estas diferencias de manera radical. En primer lugar "vio", en los albores del cristianismo, a quien iba persiguiendo: Jesucristo. Se le aparece en el camino a Damasco. Él "sólo" quería acabar con los seguidores de ese hombre crucificado en Jerusalén. Pero en el "camino" se le anuncia la identidad entre los perseguidos y ese "crucificado". Está vivo y es la vida para quienes le siguen.

De aquí Pablo saca esa gran tesis vigente hasta nuestros días: "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe". Es decir, "si y solamente si" la muerte no ha sido vencida, entonces la línea de pensamiento sobre la nada, señalada al comenzar este post, sería la única con fundamento. Vagar hacia la nada. Sin esperanza alguna. La fe sería vana.

Así las cosas, el quehacer del hombre en el tiempo debería abocarse a usar su libertad con acciones encaminadas a dilucidar si hay o no trascendencia mientras recorre el camino. 

Para Pablo de Tarso resulta central la figura de Jesucristo. Se convence de la llegada del Mesías esperado en la historia del judaísmo según las enseñanzas recibidas en la escuela del maestro Gamaliel, un hombre de fiar. Dios se había acordado por fin de su pueblo, el rescatado de Egipto, y le manda a su "hijo", para salvarlos de ese vagar sin sentido por el desierto.

Si al hombre le quitan la fe, el creer en algo verdadero dándole respuesta al porqué de la vida,  la esperanza muere. Digo muere, porque todo hombre desde su nacimiento, posee una "semilla" de esta verdad, cultivada luego con más o menos ahínco ejerciendo su libertad. Al crecer, se despliega también la caridad, y se descubre el sentido de vivir en sociedad para servir unos a otros.

La violencia no es sino volver a la nada, no importa en donde se dé. Se rompen los vínculos del amor, que dan sentido al encuentro con los demás y a la convivencia social.












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