Modificar los genes y clonación: Cuando los "principios" se ignoran

No podemos andar por el siglo XXI todavía, repitiendo errores viejos en siglos. Hoy se quiere entender la "indefinición"como apertura. Cada quien tiene sus argumentos y no se puede coartar la libertad de expresarlos. Es de aquí, de la libre discusión de las ideas, como se encara la arrogancia del pensamiento único.

Aunque estamos en los prolegómenos de la historia del científico chino He Jiankui, acusado de abrir la puerta de la modificación genética de dos embriones humanos para evitar las consecuencias de heredar del padre, en este caso, el virus del sida,  podemos augurar  sobre el resultado de la investigación abierta por el Gobierno chino en su contra. 

Como es de esperarse en estos casos, las Academias Nacionales de Medicina, Ciencia e Ingeniería de Estados Unidos quieren evaluar si la investigación aplicada en este campo de la genética, se puede permitir o no. La respuesta reside en "sopesar" las consecuencias en términos de "riesgos y beneficios" de tales intervenciones.

La "ciencia" funciona así. No hay una autoridad que, basada en la ética, se pronuncie sobre el particular. Los principios cuentan menos a la hora de calibrar el estado del arte. Se trata de "prever" las consecuencias

El Comité de Edición Genética chino ha condenado el experimento pues va contra las leyes del país y contra "el consenso científico internacional". Sabemos por la historia reciente el escaso o nulo caso del país chino a las sugerencias internacionales en cualquier materia, máxime cuando se trata del caso de la política del "hijo único", impuesta a la población desde 1979 a 2015, aun cuando antes de esa fecha, Mao Zedong mantenía:

"Se debe considerar positivo que China tenga una población numerosa. Incluso si la población de China debiese multiplicarse varias veces, podría encontrar soluciones a los problemas creados por su incremento; la solución reside en la producción... Revolución más producción pueden resolver el problema de alimentar a la población”

La vida se debe valorar desde sus comienzos, desde su concepción. Este es un principio sine qua non para mantener el orden de la creación. Cuando el hombre busca "argumentos" en contra de este principio, los encuentra. En el caso de la oveja Dolly, clonada a partir de una glándula mamaria en 1996, se necesitaron 277 intentos para lograr este engendro. 

Se trataba de animales, no de personas, y si bien los investigadores han seguido los experimentos, se desestimó emplearlo para los humanos por la escasa tasa de éxito.

Hoy nos encontramos con este nuevo intento de modificación genética. La "curiosidad" de los científicos es grande, y difícil de frenar cuando según se quiere dar a entender, la experiencia del investigador He Jiankui ha sido exitosa.

Nunca sabremos de la vida así desarrollada por este experimento. Con o sin consecuencias se habrá ignorado la cuestión de los principios.









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