Revelación y comunicación: El misterio sigue latente, gracias a Dios



Conviene resaltar la diferencia entre revelación y comunicación: mientras aquélla siempre es comunicación, ésta no siempre es revelación, si bien, en sentido riguroso, la esencia de la comunicación vendría dada por la verdad transmitida, y esto en sí mismo, es siempre una "revelación".

Ambos conceptos implican necesariamente la presencia de un sujeto receptor. Si no hay alguien al final de la línea, no hay manera de constatar la presencia de un acto de revelación, ni tampoco que se haya comunicado algo. Por ejemplo, el concepto de información se vierte bajo el punto de vista del sujeto emisor, y no implica la presencia de un sujeto receptor, por muy deseable que fuera en la intención de quien lo emite. No significa esto que se excluye al receptor de este proceso de emisión, sino que no se constata ni se requiere de su presencia.

Cuando la infinitud divina se manifiesta al hombre, y éste lo constata así por medio de la palabra oral o escrita, debemos saber que, si bien las palabras contienen lo dicho sin ninguna duda, sin embargo, lo dicho, la palabra, aunque posee no agota lo expresado.

Asimismo, nadie puede aseverar que lo dicho en una comunicación exprima el total del contenido a comunicar, pero no debido a lo excelso del mensaje, sino a la limitación material del proceso, hablado, escrito, pensado (es decir, dicho a sí mismo, como en un soliloquio) cuando trata de agotar esa otra parte del proceso, cuyo itinerario no-espacial, espiritual, no deja  "rastro" de lo pretendido. Por una parte.

De otro lado, la realidad a la que se refiere la palabra humana no se abarca en un ejercicio de comunicación. En el caso de la revelación porque la fuente es inagotable; en el caso de las cosas, porque ellas encierran siempre un "algo divino", y al referirnos a ellas nos quedamos en la penumbra de lo captado  debido a nuestra percepción limitada. 

Consecuentemente,  la Sola Scriptura preconizada por Lutero y sus descendientes, quiere situar, aun a sabiendas de las limitaciones del hombre "receptor", la grandeza  del todo en esa "palabra escrita". Pero, revelación no equivale a Sagradas Escrituras. Ratzinger dice que la "revelación es siempre más grande que el solo escrito". 

De esta manera tenemos un hallazgo interesante tanto para el campo de la revelación como para el de la comunicación. La "palabra escrita"  de las Sagradas Escrituras sobre lo revelado no equivale a Revelación, y, aunque verdadera, resulta insuficiente. También en Comunicación, nos encontramos con el mismo problema: lo dicho  o escrito nunca contiene  todo lo pretendido respecto a la realidad referida.

En uno y en otro caso, el "mensaje" debe llegar a un destinatario. Ahí se cierra el ciclo. Al análisis de lo dicho, le falta el para alguien, a esa persona a la que se dirige esa verdad que se quiere decir; a ese alguien social, inmerso en la cultura, capaz de atestiguar que lo recibido tiene sentido porque concuerda con la realidad. De forma análoga, lo revelado requiere el concurso de la fe, de la Tradición, en donde vemos que Dios sale al encuentro del hombre.

Entonces, decir que, en Comunicación la realidad nos rebasa, no representa decir algo "nuevo". Todos sabemos las penurias de los científicos que tratan de desvelar un matiz más de esa realidad, que ha permanecido junto a nosotros, más o menos alterada, durante miles de años. 

La novedad sería hoy adjudicar  este "rebasarnos" a la presencia del misterio en la realidad...porque es hechura divina. Lo mismo en la Revelación: es la palabra de Dios que nos sale al paso.

En fin, el misterio sigue ahí, latente, como huella inextinguible de las semillas de Dios, en todas las cosas. 










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