¿Dónde está Dios?

Cuando lo eterno decide también hacerse tiempo, ahí está Dios.

Claro, él ya estaba antes del tiempo, pero debemos usar esta partícula de la temporalidad para pasar de un escenario a otro, y tratar de destilar en ese paso su esencia.

Es aquí, es su esencia, en donde podemos indagar para hacernos una idea del Dios amor. Una persona, por tanto, que no está a solas. El amor es un tejido de por lo menos dos, que, quererse, engendran de su misma naturaleza.

Estas ideas vienen al vernos cómo somos, y de la noticia antigua, desde el principio, que nos anuncia nuestro origen a partir del querer de Dios. Un buen artista expresa su forma en lo que crea, dándole a cada obra su propio contenido individualizado. No hay dos pinturas, por ejemplo, iguales de un mismo artista. Al acabar una, se encara con otra particularidad. Pero, todas guardan entre sí un algo común dentro de lo que les es propio.

Sabemos porque Dios nos lo ha dicho revelándose al hombre, que con tres personas quienes concurren a la esencia divina desde siempre. Su unión fructífera nos ha querido a cada uno de nosotros y, además, su querer con obras (si no hay querer) nos ha dotado de un ser específico para que podamos relacionarnos con él.

Por eso Dios, que es un ser, es en cada quien. Y no en vano, nuestros clásicos dijeron somos dioses. También san Pablo, siguiendo esta corriente de poetas antiguos nos pasa sus conclusiones en sus cartas para revelarnos que en Dios nos movemos, vivimos y somos.

Por eso, quien ve a Dios como una idea lejana, se está perdiendo lo más maravilloso de la vida: la cercanía de Dios que no cesa de llamarnos a su lado. Y como buen Padre, nos quiere pasar también su oficio de pescador, pues quiere que todos nos salvemos y conozcamos estas verdades, ayudados por la cercanía de nuestros semejantes.

Aquí surge una diferencia de la religión católica, con el cristianismo, el Islam. Mientras el Islam obtiene su revelación directamente dictada por Dios, en el caso del judaísmo y su plenitud revelada en la religión católica, los hombres somos operarios de Dios para realizar su obra.

Una y ora vez se repite esta semblanza en los Evangelios, y una y otra vez nos anima a ser pescadores de hombres, es este mundo, todo el mundo, ya salvado por él.

Y esa cercanía se mantendrá hasta el final del mundo. Es como decir, si quieres a Dios contigo, no tienes más que estirar la mano, está a tu alcance...si quieres.

Todo en nuestro entorno nos habla de él. Y la clave de esta partitura para conversar con él, escuchando lo que nos dice, no es ni fa, ni sol; está escrita en clave de amor. 

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