El desplazamiento del eje polar (O la muerte inminente del hombre)


Se habla, cada día con mayor insistencia, del inminente desplazamiento del eje polar de la Tierra. Y, como consecuencia de tal avería, una serie de sucesos apocalípticos cuya magnitud depende del contador de esas visiones, nada halagüeñas por cierto.

Me quiero sumar a estas predicciones alarmantes, para no quedarme atrás, con otra de mayor calibre, pero a la que muy pocos le dan la atención debida.

Se trata del silencio sobre lo esencial. El eje de la vida, la formación humanística,  se ha dejado de lado. El hombre ya no sabe quién es. Ha irrumpido con fuerza inusitada, la tecnología digital y no digital. El pensar, propio del hombre desde siempre, desaparece ante la inmediatez impuesta desde fuera por el intercambio sinsentido a través de las redes sociales (Digo sinsentido porque así resulta cuando se dice sin pensar lo dicho).

La tragedia resultante, eclipsa el sol de la sabiduría. Todo vale. Sólo se precisa soltarlo, sin más. La fórmula absolutoria de la democracia sin límites, todo, por supuesto, en nombre de la libre expresión, encuentra cabida en el relativismo, consistente en tu decir es tan bueno como el mío o el de cualquier otro. Tú, dilo. Manifiéstate, porque tienes el derecho nacido del principio de todo es relativo.

George Steiner, nacido en 1929, humanista consagrado por su prolífica obra, advierte, en el atardecer de su vida, que Europa, cuna de la cultura, está "fatigada", presa en una "época de irrisión y de escarnio". Nadie respeta a nadie. Invocar a los clásicos hoy, la ética, es una provocación irrisoria, fuera de lugar, aunque veamos el enjambre de gusanos surgidos de las empresas y la política.

A dos mil años de la fundación de la democracia, España, por ejemplo, no puede ponerse de acuerdo en un mínimo para formar gobierno; todo se desmorona mientras la gente inunda las playas y discute a diario sobre políticas concretas sobre el uso de los espacios para las hamacas de la playa, desde donde quieren ver la suerte de sus atletas que no pueden cantar el himno nacional porque tampoco se han puesto de acuerdo sobre la letra.

La economía marcha por la autopista creada por la tecnología digital, dejando de lado, a la deriva de subsidios insuficientes, a quienes no despuntan en su dominio. En todo el mundo se advierte la preponderancia de los desplazados sin esperanza, porque en sus países de origen no se encuentra un trabajo digno, con capacidad de formar y sostener una familia.

La formación de la familia es otro de los indicadores del desplazamiento del eje polar. Ya no se puede formar a los hijos según los valores de la familia, donde los hay, valores y familia. Se trata de procrear artificialmente, in vitro si se quiere estar en la vanguardia, o de no procrear absolutamente pues, ahora, sí, se invoca el calamitoso estado de nuestro mundo para no traer hijos y condenarlos al sufrimiento.

Cuando el eje crucial de la familia se trastoca, todo, todo, absolutamente todo, cambia de lugar y de rumbo. El Estado presto a ocupar su lugar, dice a la naturaleza que no sabe su oficio y crea e impone la ideología de género: los hijos deben elegir, se trata de su libertad, claro, el sexo que les parezca bien después de probar y decidir qué les gusta; y ésto, desde temprana edad, con la flexibilidad para cambiar según las "circunstancias".

En fin, este es el eje cuyo movimiento está causando, en silencio, la mayor catástrofe desde la creación del mundo. Lo que antes era norte, ahora es sur. Las cosas no son como antes, dicen. Hay que ajustarse a los nuevos tiempos, etcétera, etcétera.

Ahora, en efecto, fruto de este desplazamiento de la esencia del hombre, el porvenir parece más incierto que nunca. Nadie sabe a dónde va. Se transita sin cesar de un lugar a otro, y, por supuesto, hay que adiestrarse mediante cursos especializados a la nueva situación. Ya no se habla de educación, porque ya no nos queda  tiempo para ello: ¡pasa todo tan deprisa!

Estamos hablando de la muerte inminente del hombre. Está sucediendo. El marketing ha vendido la idea de la buena vida para todos. Y sin educación, no sabemos ya de esa vida buena, a buscar entre los quehaceres propios de cada día.








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