Sensualidad y creencia
La gran lucha soterrada de este tiempo versa sobre la desbordada sensualidad y la falta de creencias.
Al que ve, parecen decir, no le hace falta creer. Así, la pornografía, cuanto más cruda mejor, se ha instalado en el epicentro de todas las convulsione sociales.
¿Que nos matan un cocodrilo? Bueno, la modelo de turno que jamás ha visto uno de verdad, posa desnuda a la manera de un cocodrilo. Ya está. ¿Que Putin corretea a los gays? Enseguida un enjambre de encuratrices se exhibe protestando en frente de la residencia del primer minsitro ruso. Ya está. ¿Que unos gays se sienten orgullosos, dicen, de serlo? Vayamos entonces jubilosos al centro de la ciudad, desnudos o casi, si hace falta, para que nos vean bien que somos pacíficos, que no molestamos a nadie.
De la publicidad, mejor no hablar. Un agua de colonia se anuncia con dos exhibicionistas que nada añaden a lo que tratan de vender. ¿O sí? Da igual que lo anunciado sea un dedal; lo importante es encuerarse.
Hoy se amenaza con que si me haces enfadar, me encuero en público. La policía suele disfrutar de los desplantes y no interviene porque son respetuosos de la libertad de expresión.
La muerte de infantes en el claustro materno, por millones cada año, los asesinatos a sangre fría entre familiares, los asaltos y vejaciones causados en Oriente Medio por unos y otros, las pandemias africanas, la violaciones continuas de la dignidad de las personas en China (las oscilaciones del yuan nos preocupan más), y un largo etcétera, no se mencionan. El cocodrilo, el león africano, las abutardas de Coria...eso son casos dignos de llevarse a los tribulnales de la ONU.
Creo que como civilización hemos llegado al límite de serlo, al menos por lo cantado por los media, tan voraces de lo que les conviene, es decir, vender su producto a costa de lo que sea.
Lo que no aparce en ellos, no existe. Entre esas penumbras todavía existe la bondad, la fidelidad y el cariño, pero a lo mejor son habladurías. Sólo lo que entra por los sentidos existe; lo demás es lo de menos.
Al que ve, parecen decir, no le hace falta creer. Así, la pornografía, cuanto más cruda mejor, se ha instalado en el epicentro de todas las convulsione sociales.
¿Que nos matan un cocodrilo? Bueno, la modelo de turno que jamás ha visto uno de verdad, posa desnuda a la manera de un cocodrilo. Ya está. ¿Que Putin corretea a los gays? Enseguida un enjambre de encuratrices se exhibe protestando en frente de la residencia del primer minsitro ruso. Ya está. ¿Que unos gays se sienten orgullosos, dicen, de serlo? Vayamos entonces jubilosos al centro de la ciudad, desnudos o casi, si hace falta, para que nos vean bien que somos pacíficos, que no molestamos a nadie.
De la publicidad, mejor no hablar. Un agua de colonia se anuncia con dos exhibicionistas que nada añaden a lo que tratan de vender. ¿O sí? Da igual que lo anunciado sea un dedal; lo importante es encuerarse.
Hoy se amenaza con que si me haces enfadar, me encuero en público. La policía suele disfrutar de los desplantes y no interviene porque son respetuosos de la libertad de expresión.
La muerte de infantes en el claustro materno, por millones cada año, los asesinatos a sangre fría entre familiares, los asaltos y vejaciones causados en Oriente Medio por unos y otros, las pandemias africanas, la violaciones continuas de la dignidad de las personas en China (las oscilaciones del yuan nos preocupan más), y un largo etcétera, no se mencionan. El cocodrilo, el león africano, las abutardas de Coria...eso son casos dignos de llevarse a los tribulnales de la ONU.
Creo que como civilización hemos llegado al límite de serlo, al menos por lo cantado por los media, tan voraces de lo que les conviene, es decir, vender su producto a costa de lo que sea.
Lo que no aparce en ellos, no existe. Entre esas penumbras todavía existe la bondad, la fidelidad y el cariño, pero a lo mejor son habladurías. Sólo lo que entra por los sentidos existe; lo demás es lo de menos.
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