La gracia de escuchar

Escuchar. La vida entera se encierra en relatos. 

Así aprendemos la tradición, las costumbres,  las historias de la patria.

No nacimos ayer, pero tampoco lo sabemos todo.

Quienes se  creen muy originales, quizá no han escuchado lo que se decía en su entorno, desde niños, en  familia. Las hsitorias de la creación del universo, de la aparición del primer hombre sobre la tierra, de que la felicidad es posible si queremos de verdad recorrer el camino que conduce a ella. Así sucedía en las narraciones infalntiles, en las tertulias entre amigos, en las leyendas que, desde antiguo, nos han dejado nuestros predecesores.

Las palabra nace con el sello de la realidad. Si no hubiera cosas reales (más allá de lo imaginado y lo virtual), las personas no hablarían. Por eso debemos respetar la Creación, so pena de querernos quedar mudos. Algo terrible.

Sí, se puede argüir, que los animales tienen también las mismas cosas  enfrente y, sin embargo, no hablan. 

Es cierto. Pero a los animales les falta eso que permite convertir lo singular de las cosas percibidas en universales. En la inteligencia se guardan las cosas singulares como universales. Y la palabra da cuenta de ellas, refiriéndose a la realidad concreta, no al concepto que las presenta.

Esto es así porque  los universales son, pero no existen. No son una sustancia.

Todo lo  real es algo concreto, particular. Entonces, entre las cosas reales y lo significado por las palabras, que se refieren (pero no representan) a la cosa concreta, debe haber un "transformador" de lo particular a  universal, pues así es cómo nos apropiamos de las cosas al entenderlas. 

Lógicamente, ese transformador debe ser algo inmaterial, como es el caso de la inteligencia, que acoge las ofrendas captadas por el aparato sensorial. Aunque  "inteligencia" resulte un témino ambiguo debido a su amplitud de significados a través de la historia, nos sirve, sin embargo, por ser algo inmaterial, para dar cuenta de ese proceso de transformación. 

Hablar de proceso donde todo ocurre en un ambiente "intemporal", puede ocasionar algún ruido a quien no "vea" que el conocimiento real se genera sobre lo que es real, una vez conocido por el pensamiento. Es decir, nosotros pensamos lo inteligible abstrayendo las formas de los datos sensoriales, y esto es lo que llamamos una concepción, que da a luz a un concepto.

Pero nadie puede respresentarse un concepto, por la sencilla razón de que no hay nada material que representar. Cuando la filosofía se enreda en estos caminos, acaba construyendo los caminos del idealimo, de lo irreal, proyecciones etéreas de uno mismo.

La voz viene en auxilio de la palabra, y sólo se da ese acceso en los seres animados. Muchos animales emiten sonidos, ruidos de mil clases, pero sólo en el caso del hombre, la voz encarna la palabra interior, esa palabra que se dice uno a sí mismo, y se propala sonoramente después, impregnada de sentido, pues se refiere a algo real. El sentido se une a lo real en la palabra.

Por eso al dialogar nos decimos la realidad, siempre con facetas nuevas, inexploradas por la percepción. Mientras los animales expresan lo que sienten, el hombre dice articuladamente todo lo que entiende; de esta manera se crea el lenguaje. Una palabra inteligible es el signo del entendimiento.

El lenguaje es una creación personal, aunque hayamos oído la misma palabra mil veces. Al final, la palabra es una creación personal cuyo fin es el decir. Este querer es el que pone en movimiento todo el proceso. Es en el querer donde reside la eficiencia de la voluntad que dice lo que le parece bien. Ahí es donde, al manifestar lo recóndito de la "palabra interior", modelo de la "exterior", se alcanza el fin propuesto.

Hoy con la hipótesis de la igualdad de género se pretende abrir todas las puertas antes clausuradas. Por ejemplo, si se comprobaba que la mujer hablaba más que el hombre, se interpreta hoy que se quería  minimizar a la mujer. Por eso no se quieren escuchar los relatos de ayer. Los resultados de ayer, se tornan hoy como una nebulosa. Y se citan lugares donde se ha demostrado, por fin, que la mujer y el hombre hablan lo mismo al final de día. ¡Menos mal, es un respiro! La palabra no discrimina a la mujer. Sin embargo, cualquiera que esté casado podría desmentir tal reclamo.

Pero, la verdad es cualitativa, sobre todo. Una cantidad nunca será la verdad de nada. En todo caso, el conteo de una frecuencia dará más o menos soporte a lo que se quiere demostrar. Por eso, el debaneo de la igualdad de género es, de entrada, una sandez, toda vez que desemboca en registros cuantitativos para defender o atacar una postura.

Darle a la mujer su lugar, éso es feminismo. Pero para tal hazaña, precisamos saber qué es exactamente esta criatura a la que se pretende defender equiparándola al hombre. 

Es en ese intento en donde se destruye la verdad y el misterio de la mujer. Y es verderamente una gracia poderlas escuchar en todo su apogeo.








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