La historia más bella del mundo

La historia, narrada a continuación, es la más bella. Pero, ¿por qué? Porque es verdad. Además, el relato es sucinto.

Que Dios se haya hecho hombre por amor al hombre. Esta es la historia.

En esta frase, breve resumen de una historia, intervienen todos los ingredientes más atractivos de la vida. 

En primer lugar, que haya un Dios. Es decir, que una persona encierre en sí misma todo el poder, toda la belleza, toda la bondad, y, que al ser idéntico a sí mismo, es la suma verdad.

Todos los demás héroes de la humanidad, reales o verosímiles, palidecen en sus logros al considerar sólo el de nuestro Dios: creador del universo entero y del hombre. Un hombre que no cesa de contar en años luz las distancias a otras galaxias, que no acaba de compenderlo siquiera en medio del silencio sideral, pues le rebasa totalmente. Asimismo, el tiempo de la formación de este universo se cuenta por millones de años, sin saber lo que estamos diciendo porque rebasa nuestra experiencia.

Y en el centro de este universo ilimitado (o a un lado, quién sabe), surge inexplicablemente la figura del hombre, para que al contemplar lo que le rodea se admire, y así, de la admiración, surja el agradecimiento.

El agradecer es posible sólo si el hombre no se hace dios. Entonces, deja de mirar a su entorno y se centra en su ombligo, que apenas le dice que viene de alguien más, pero ya no le interesa escuchar este mensaje cuando le dice de alguien como él, semejante, antes que él.

Ese decir, por entregas, se remonta al primer hombre con ombligo. Pero el decir de Dios se dice a sí mismo de una vez por todas en su Palabra. Esta palabra encarnada es el Hijo de Dios, Jesucristo, nacido de una mujer, cubierta con la sombra del Espíritu Santo, la tercera persona de Trinidad divina.

Este cuadro, nos muestra algo bellísimo. Una mujer dando a luz al Hijo de Dios. Un plan divino donde no intervine varón alguno. 

¿Por qué es verdad? Porque ningún relato de la historia, por fantástico que sea, nos ha legado una narración como esta. Este relato va más allá de lo que el hombre puede imaginar, pero no es absurda. Sobre todo, porque las decisiones divinas se toman porque al hombre le iban a gustar. A Dios nada de esto le hacía falta.

Y aquí estamos. Tratando de entender esta maravilla, real, que nos produce asombro porque nuestros sentidos fracasan al desvelar esta idea. Sólo nos hace falta escuchar, para conocer la historia más bella del mundo.



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