El deber de restituir la buena fama

El hablar mal de los demás se convierte con frecuencia en un quehacer divertido. Los medios se hacen eco de suposiciones, infundadas tantas veces, y las propalan sin el menor recato, sin querer darse cuenta del daño que hacen a quienes así injurian.

Este desmembar a los demás con la palabra puede llegar a ser un grave pecado.

No nos damos cuenta de que la dignidad de la persona, sea quien fuere, nos debería impedir tales obrajes. 

Un ejemplo. Conviene repasar el cotilleo que se traían en pleno desierto, Aarón y su mujer. Les molestaba que Moisés hubiera tomado por esposa a una mujer extranjera al pueblo judío. Un hecho que ocurre cuando Moisés debe abanonar Egipto para salvar la vida, después de matar a un egipicio que golpeaba a un judío, mucho antes de que tuviera encargo alguno de parte del Dios de Israel.

Pues bien, este Dios de Israel, que había sacado a su pueblo de Egipto, llamó para pedir cuentas de su conducta deslenguada tanto a Aarón como a su esposa, en la llamada tienda de la Reunión. 

Yaveh les echo en cara su conducta murmuradora alegando que Moisés era la persona mas humilde de la tierra, por quien tenía especial predilección. 

Al salir del encuentro con Yaveh, la muujer de Aarón tenía la piel blanca, señal de que había contraido la lepra. 

Tal era el castigo de Dios por murmurar. Juzgar a Moisés no era de su competencia, y les faltó valor para decirle a la cara lo que pensaban, si lo creían pertinente.

Lo más difícil de este pecado es que no se persona hasta que no se restituya la buena fama del injuriado. Y cuando los dimes y diretes se propalan sin discreción alguna, es muy dífícil dar alcance al mal hecho y poner las cosas en su sitio.

De ahí la gravedad y la dificultad. Hay que restituir la fama.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando se acerca la muerte, y se piensa en el Purgatorio

La noche de las Perseidas, y san Lorenzo de Azoz

A veces se nos olvida que lo santos vivieron ---y viven--- en la tierra