¿Optimismo cristiano?

La "propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable" es la definición dada de optimismo por la RAE (Real Academia Española).

La misma Academia define realismo como la "forma de presentar las cosas como son, sin suavizarlas ni exagerarlas". 

¿Qué diríamos entonces del cristianismo, que  trata las cosas con optimismo o bien como son, de una forma realista?

Para muchos hoy la Iglesia va de capacaída. Cada vez más gente ni siquiera cumple con los mínimos, los escándalos ocurridos en su seno se divulgan por doquier, y las verdades de fe se ningunean o cambian  por  la opinión pública, que, al fin y al cabo, no compromete a nada y deja las manos libres para arrimarse al sol que más calienta.

Entonces, ¿qué diríamos? Se puede argüir que si bien todo eso es relativamente cierto, no es el todo. Si comparamos los orígenes de la Iglesia que con los esfuerzos de san Pablo, había llegado hasta Roma para formar  unas cuantas comunidades esparcidas por el Imperio Romano, y la vemos hoy, después de dos mil años esparcida por todo el mundo, podríamos aducir que, este árbol ha dada de sí abundante fruto. Por tanto, cabrían las razones para apuntarse al bando del optimismo.

Pero, la parábola del grano de mostaza sigue vigente también para el tiempo actual. No se trata sólo de considerar los números, debemos ver también las raíces de este gran árbol y darnos cuenta que necesita de una gran poda de toda esa maraña que con dos milenios a cuestas se ha ideo enredando en su tronco.

Por eso, se debe considerar, repensar la Iglesia a la luz de ese grano de mostaza. Es un volver a empezar, y darse cuenta que el cristianismo floreció junto al sacrificio de los mártires que dieron su sangre por ella. No se puede crecer sin sacrificio. Es una ley. 

Entonces podríamos decir que, además de librar a ese árbol longevo de las adherencias que lo asfixian, se debe cultivar ese grano de mostaza diminuto si de veras queremos vivir como cristinanos. La grandeza, tantas veces, se halla en lo pequeño.

Este es el realismo de la Iglesia: la conversión.  No hay que adornar o edulcorar las cosas. No arrancar ahora la cizaña, que la hay, para no llevarse de paso las gavillas buenas. Sin embargo, se debe recomenzar  a la vez y  cuidar de nuevo ese pequeño grano de mostaza, que, al ir creciendo,  se refugiarán en él los pájaros del cielo.










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