Hay que ir al corazón para que la gente entienda


Creo que fue Pascal quien dijo, Razones tiene el corazón que la cabeza no entiende. Pero, ¿y qué tal si invertimos la frase y decimos: Hay que llegar al corazón para entendernos?.

Lo primero que se nos plantea es si el corazón tiene razones. Las razones son propias de la mente, del entendimiento, de la razón. Y el corazón no forma parte de ellos, según parece. Entonces, concluimos, el corazón no tiene razones. 

Pero, podíamos preguntarnos, ¿entiende el corazón las razones? Desde luego, su sistema de procesamiento carece del sistema de procesamiento para descifrar las razones. 

Entonces, ¿de qué se trata? El ser humano es un compuesto en una unidad. Cada una de sus partes tiene su forma particular de procesar y conducirse. El dolor en una brazo, por ejemplo, se siente de forma distinta en el resto del organismo, pero cada parte la procesa de manera distinta. La mente, recibe el estímulo doloroso y asiente e idea la manera de reducir el impacto. Las piernas pueden reaccionar sentándose y así mejor ver de qué se trata y busca la mejor manera de  acompañar en el proceso doloroso. Pero no se le puede pedir a la mente o a las piernas curar  el las consecuencias del golpe. 

Por eso el corazón tiene como algo más propio, el amor, la caridad. El dolor se siente, para seguir con el ejemplo anterior, porque se ama a sí mismo, y tiene como encargo amar a los demás. Sufre el corazón porque ama. De no ser así estaríamos hablado de un mundo indiferente. Las lágrimas son una muestra más de esa empatía con el corazón de los otros cuando les aqueja algún mal.

Es el corazón el que nos impide llevar una vida en solitario. El matrimonio, por ejemplo,  tiene así la unidad con el otro desde el principio hasta el fin. Nunca hay razón para dejar de lado lo unido desde sus comienzos. (Esto no significa la imposibilidad de la  la separación cuando la vida lo aconseja. Porque te sigo queriendo me separo para conservarte). Vivimos por la misericordia divina, que es el amor, y nunca se separa de nosotros aunque nuestras acciones nos separen de él. El infierno no es sino una manera, quizá la única, de mantener en el ser a quien repudia a su creador.

De esta manera, aunque quedaría mucho por aclarar, lo que Pascal llama "razones". Quizá nos baste lo dicho distinguir el amor de la razón. Ambas realidades son propias del ser humano, pero no se confunden porque mientras en la primera destaca la "entrega", en la segunda  se aparta de la realidad para conocerla y así conducirse, si fuera el caso, de acuerdo con su ser.

El corazón está hecho para amar, más cuanto mejor se conoce. El amor sólo  quiere que lo quieran, y quiere aun sin querer.









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