Ángeles, Pastores y Reyes..., junto a un pesebre


Al llegar este tiempo de Navidad, no sabemos si resumir, buscando su esencia, este acontecimiento indicativo de la llegada de la plenitud temporal, o entretenerse buscando  entre los mil detalles algo que llegue al corazón y se quede en él para siempre.

Basta con divisar las figuras de José y María, esperando al hijo por nacer, junto a una mula y un buey, en una cueva porque "no había sitio para ellos en la posada" en Belén, nos queremos quedar y averiguar lo que pasa.

Los ángeles se presentan de improviso para anunciar "una gran alegría" para todos, para ti y para mí también, sí, ahora. Porque nos ha nacido el "salvador, el mesías, el Señor", esperado durante milenios. Por fin, se han abierto las puertas del cielo y el hombre puede acceder a gozar para siempre de la felicidad eterna.

Un ejército celestial de ángeles, contenidos durante siglos, aparece cantando, al no poder callar más su alegría: Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres amados por él. El mejor orfeón de la historia del mundo ejecuta un himno de alabanza repleto de verdad y de esperanza.

En el nacimiento de casa, familiar, todo se puede representar menos este coro inaudito, si bien se puede poner una música de fondo, tratando de emularlo. Pero queremos destacar un punto, significativo en la concepción milagrosa de Isabel y María. Mientras Zacarías, esposo de la parienta de María se queda mudo después de anuncio del ángel, ese no es el caso de la Virgen. Y la razón parece ser que Zacarías no acaba de creer el anuncio, y María respondió con un sí, "hágase". Su pariente al recibirla en su casa, le dice: Bienaventurada tú porque has creído. Esa es la pequeña diferencia.

Los pastores van deprisa a ver lo anunciado por el ángel. Creen y luego ven lo creído. Y se convierten en los primeros anunciadores del Nuevo Testamento, y glorifican y alaban a Dios por lo que vieron y oyeron.

Los Reyes, más adelante, vienen "de lejos", creen en los surcos de las estrellas, y viajan para adorar al rey d los judíos. Preguntan, y se llenan de alegría al ver de nuevo la estrella de su vocación, de su llamada, y vuelven a casa "por otro camino", siguiendo las indicaciones recibidas en sus sueños.

La presencia del Niño Dios cambia la vida de quienes lo reciben, sin importar su alcurnia, grado de conocimiento y lugar de origen. Se llenan de alegría y lo anuncian  a quienes por su camino pasan.

Algo así nos puede pasar esta Navidad si nos abrimos a su presencia, convirtiéndola en el foco principal de estas fiestas, por encima de música y adornos, cenas y regalos.

Es Navidad. La postal navideña todavía está en blanco, y puedes llenarla con un mensaje de amor y de paz.


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