Cuanto más dependemos de Dios, más libres somos


Algunos, con frecuencia, atribuyen un aspecto negativo a la religión , suficiente para desentenderse de ella. Consideran, erróneamente, los pasos indicados para vivirla en plenitud, como un cerrojo a su libertad. Y se apartan, sin más de su camino, para entregarse a los embrujos de la concupiscencia, de la soberbia cobijada bajo el poder, junto con el atractivo de los bienes materiales más accesibles cuanto más disponibilidad económica se posee .

No se trata de dar lecciones de nada, sino de indicar, para quien verdaderamente está dispuesto a seguir el camino de la felicidad. Baste el símil de los deportes. Quien desee triunfar, debe limitarse en el uso de muchos goces mundanos, aunque, algunos de ellos sean legítimos.

No se trata de imponerse restricciones, sino de llegar más lejos, a ese punto donde se logra pisar la marca del final de la carrera, corriendo de ta manera que se logre el objetivo. 

Desde luego, hace falta determinación  de la voluntad, coraje, para no claudicar en el intento. Pero, esto es lo más importante, sin la ayuda de la gracia todo esfuerzo sería inútil. 

Esta concesión de la gracia es un don, algo que se da sin límites a quien está dispuesto, abierto,  a recibirla. Sin ella no se puede triunfar, es decir, alcanzar ese destino para el que el hombre ha sido creado. No podemos, no deberíamos inventar un destino impropio del hombre, por más aplausos y condecoraciones logradas en ese modo de vida. También cuesta, y exige una inversión cuantiosa, pero no se llega a parte alguna, sino a la soledad de la autocomplacencia. Por eso, la dependencia de Dios, da abundantes frutos de libertad

Baste contemplar en esto días navideños, cómo los hombres más libres de la tierra, José y María, logran la excelencia humana máxima, la santidad perfecta, en la obediencia al plan divino aunque muchas veces no se entienda y no esté exento de dificultades no pequeñas: decir sí a la propuesta del arcángel Gabriel, nacer en una cueva para animales, huir a Egipto porque se quiere acabar con la vida del Niño, cumplir la voluntad divina en todo aunque ellos acarree la muerte.

Como consecuencia, somos salvos, en vez de tener una existencia sin sentido, caminando por un desierto sin camino y sin fin.



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