Por qué no se acaban las luchas en el mundo actual






Cuando vemos las uniones matrimoniales, que por el debido "para siempre" solían ser un aliciente, ahora esa promesa de fidelidad se ve como un impedimento para contraer nupcias, y se retrasan o anulan los vínculos para así vivir en "unión libre".

El temor al compromiso no deja ver la felicidad como es: algo para siempre. Los ejemplos de las revistas y prensa del corazón quieren hacer ver la  felicidad de otra manera, a pesar de los continuos cambios de pareja en la vida de los famosos presentados en esas publicaciones.



Si en la vida de los que se quieren y deciden contraer matrimonio, vemos con mayor frecuencia la ruptura de los compromisos,  aun --ahora sí-- en las mejores familias, ¿qué será, ya hablando en otro nivel,  de los lazos sociales donde el vínculo en las ciudades y  los pueblos entre  sus habitantes se da por la "casualidad", podríamos decir, de haber nacido o residir en ese lugar, sin compromiso alguno de por medio?

Al transgredir el orden natural de la creación se da lugar a una irregularidad con fuerza suficiente como para trastocar el logro de su fin, al punto de poder decir que vivimos de "milagro". 

El fin no ha cambiado, pero llegar a él se ha convertido en una aventura sin cuento. El desorden reinante crea ambiciones y antagonismos sin sentido por estar dirigidos a fines particulares distintos del originalmente diseñado. 

La felicidad soñada no es otra cosa que una  "consecuencia"  de ir dando los pasos en la dirección correcta. No se puede alcanzar sin esfuerzo, sin una lucha sostenida. Por eso, el embrujo, la atracción de lo indebido, el llamado "camino fácil", perturba el uso adecuado de las facultades humanas y crea diferencias crecientes entre los hombres, siempre ávidos de lograr por sus propios méritos una satisfacción engañosa. Una especie de droga para la naturaleza, capaz de causar una ensoñación rápida, instantánea, pero causando una  destrucción de por vida. Da pena ver el espectáculo de esos cuerpos inertes, abandonados de los demás y de sí mismos, derrumbados en las calles de las grandes ciudades.

Por supuesto, las guerras, las desavenencias sociales y los conflictos familiares sin remedio son los efectos de ese desorden recreado al gusto del hombre. De aquí se originan todas las luchas en el mundo actual. Volver al camino original, cuesta, sí, pero vale la pena, pues en ello no va la felicidad terrenal y, lo que es más serio, la felicidad eterna. 

Y para lograrlo necesitamos ayuda.






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