Las bodas sirven para recordar

Asistir a la celebración de una boda trae numerosos recuerdos, distintos según los años de los invitados, casados unos, solteros otros, donde aquéllos repasan dónde se fueron los años vividos y, éstos piensan en contraer matrimonio más o menos tarde según  los vaivenes de la vida donde tanto influyen las experiencias vividas por sus más allegados, parientes o conocidos.

Se puede decir, sin rodeos, sobre el incremento de casos de rupturas matrimoniales y el creciente número de quienes viven unidos sin contraer nupcias, sin preocuparles mucho del qué dirán ni  lo frágil de una relación sin compromiso de ninguna clase, excepto la conveniencia o el hartazgo nacidos de su relación.

Sin embargo, aquellos cuya intención es permanecer seriamente unidos "para siempre", encuentran en aquellos que, permaneciendo fieles en su relación a pesar de los altibajos del camino, muestran con una sonrisa lo importante de la perseverancia, ofreciendo de esta manera un aliciente para las generaciones venideras.

En esta vida lo importante es fijar la mirada en aquellos cuya meta última es una constante en su vida. Se casan para ser felices, de acuerdo; pero el quehacer de cada día, podría instalar con el paso del tiempo una grieta para comenzar la rutina en las relaciones personales entre ellos, haciéndoles perder la noción del fin perseguido que no es otro que el de la santidad personal y la de sus hijos ---cuando Dios quiere darlos. 

Hace falta ayuda. Sólo no se puede estar seguro de si el camino emprendido es el correcto, o si, al empezar a declinar en el cariño puesto en cada acercamiento se vuelve todo artificial. Conviene tener un referente de confianza para ir consultando las acciones en la relación.

En fin, las bodas permiten ir recordando  estos detalles, en especial, cuando el sacerdote se dirige a los contrayentes en ese momento crucial del matrimonio, y se refiere a un futuro incierto en el  momento de suma alegría de los contrayentes.