¿Qué hacer si no se quiere ir al infierno?

 



El cielo según Isaías.



En principio nadie en su sano juicio quiere ir al infierno. Sin embargo, esto no es siempre cierto. Veamos.

El caso de Judas Iscariote. Joven natural de Judea, de apenas 30 años. Jesús le llama para ser uno de sus doce elegidos para ser apóstol, "enviado". Vive al lado de Jesús durante los tres años de vida pública, junto a los otros once discípulos, encargándose de los asuntos económicos. Su compañero Juan dice que robaba del dinero de la bolsa. No hay ninguna otra mención de su actuar excepto en las horas finales de la "última cena". Allí se descubre su decisión de entregar al Maestro a  los Sumos sacerdotes a cambio de 30 monedas de plata. Jesús le da pie para que se arrepienta de su intención, respetando la libertad de su actuar, y le menciona en dos ocasiones la traición a punto de cometer: "Lo que has de hacer, hazlo pronto"; y, ya en el huerto de Getsemaní: ¿Con un  beso entregas al hijo del hombre? 

Judas se arrepiente de su acción y arroja las monedas de plata de la traición en el Templo delante del Sumo Sacerdote. Pero, a continuación,  se ahorca y su cuerpo cae y se descalabra en las rocas ¿Por qué, si estaba arrepentido? 

¿Se condenó Judas Iscariote? De quien le iba a entregar dice Jesús: "Mas le valiera no haber nacido". Es una sentencia inquietante, aunque no definitivamente condenatoria. 

Por otro lado, Judas se arrepiente, pero ¿por qué no va delante de Jesús y le pide perdón, como hizo Pedro a raíz de su triple negación? Por no elaborar en demasía este argumento, nos inclinamos a creer que Judas ve tan claro su gran pecado que no se siente digno de ser perdonado. Esa es su condenación: reconoce su miseria, pero no confía en la infinita "misericordia" divina. Es decir, Dios no puede perdonar al que no quiere ser perdonado, respetando así su "libertad" por toda la eternidad. La "desesperanza" es algo terrible, pues Dios quiere que todos los hombres se salven. 

Otro caso. Todos los que no conocen a Dios, ¿quieren condenarse? Hay quienes no quieren conocerlo, porque tienen "razones" para ello. Desde decir que el hombre has sido arrojado a la existencia sin su consentimiento, como Jean Paul Sartre, y por tanto no se le puede pedir ser responsable de una determinada conducta. Otra razón sería decir que Dios ha muerto, y por ende, no hay a quien rendirle cuentas.

En el fondo, no podemos juzgar a nadie desde fuera por muy evidente que parezca su culpa. Cada hombre, se las va a ver con su "conciencia", no importa cual sea su fe, su credo o sus razones para cometer una acción. Si de alguna manera se desecha a Dios en vida, si no se confîa en Él, no se podrá encontrar con Él.

Para concluir este lago articulo, diremos un ejemplo sacado de la vida real del Santo Cura de Ars, Juan María Vianney (1786-1859). Se  le acercó una mujer desconsolada porque su marido se había suicidado tirándose de un puente, y suponía que se habría condenado.  El Santo le dijo: Entre el pretil del puente y el agua hay tiempo para hacer un acto de contrición. Esta sentencia,, como la de Jesús a Judas, nos deja en el aire nuestros argumentos para emitir un juicio definitivo. 

Pero la primera condición para no ir al infierno es aceptar a Dios, pues el infierno no es sino la privación de su presencia por toda la eternidad ---entre otras cosas. Es una relación de amor a una persona a quien se quiere por encima de todo lo demás.



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