¿Por qué se deja de lado la "verdad" y se prefiere a veces el mal al "bien"?





La verdad no es el fin de lo publicado por los media; la verdad es el fin de toda persona que abre la boca para decir algo acerca de la realidad. La realidad es lo que es, y nadie tiene derecho a desfigurarla. Puede omitirse un comentario acerca de ella, aunque, en el caso de los media, cuya misión consiste en informar con veracidad al público, sería una negligencia considerable, en especial, si se oculta la información debida por un prejuicio ideológico de cualquier naturaleza o por conveniencia.

Dicho esto, al tratar de ir descubriendo la realidad como es, se deja al descubierto una especie de rendija por donde se vislumbra "algo completamente divino", como dice el gran Aristóteles en su Ética a Nicómaco y, aunque pagano, nos muestra la grandeza de la creación, de cada cosa creada. La verdad tiene un encanto indescifrable, y si se nos priva de ello (padres, maestros, profesionales de los medios), se traiciona a este regalo dado al hombre.

Es algo así como dar gato por liebre. Los media  hablan de luchas por el poder económico y político y se olvidan con frecuencia del bien común, al que todo ciudadano está llamado a participar. El público está cansado de tanta división a todos los niveles, y muestra su hartazgo en los miles de correos, e-mails, enviados a todas horas, sin fundamento alguno, sin referirse con verdad a las cosas,  y sin esperanza de llegar a un fin, más allá e lo inmediato.

Resulta peor, cuando los media tratan de llevar el agua a su molino distorsionando las cosas a capricho. El ejemplo así dado cunde, y entonces, la "relatividad" se sienta en su trono, y las cosas empiezan a depender del "color del cristal con que se miran". Todo se convierte en confusión e injusticia: un mundo incierto. La continuidad desaparece y la interrupción se torna en la constante del pensamiento, sin serenidad posible. No se puede ser feliz con interrupciones continuas, aunque el hombre tampoco puede vivir en este mundo en un "acto sin interrupción", necesario para lograr la felicidad plena.

Por tanto, la virtud de la esperanza en esta vida es tan necesaria como el aire que respiramos: no alcanzamos todavía a ver con claridad el bien deseado, pero sabemos que, si seguimos caminando en la dirección indicada, donde suele guiarnos la verdad, llegaremos a esa contemplación definitiva sin interrupción alguna.







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